En aquellos años, mi mente parecía un hermoso manantial de ideas brotadas del corazón, pero como era de esperarse, pasada la nostalgia y despejándose el velo de la tristeza, la divina luz del entendimiento me sacaba de aquellos letargos agónicos que me consumían; y es que los recuerdos ingratos siempre pesaban más que los instantes de alegría, y buscaba en todo ello, más que hundirme en la nada, el traducir lo que la vida esperaba de mí; intuí entonces, que debería escribir todo aquello que me pasaba, y siendo el autor de ello, descubrí lo que era la voluntad y el poder que de ella emana, entonces me dije: ¿Por qué esperar tanto a que alguien me diga lo que deseo, si el deseo mismo nace dentro de mí? Seré pues, escritor a mi manera, sin esperar albos o críticas descalificadoras, aunque siempre tendré el anhelo de que sean del agrado de aquellos que quieran regalarme un poco de su valioso tiempo al leer más que fantasías, verdades fantásticas; he aquí uno de esos intentos fugaces.

(Fracción de la novela El centinela, un intento novelístico)

Pasaban los días y yo sin saber de ti, me pregunté tantas veces cuál había sido el motivo de tu ausencia, y aunque me resultaba obvio, no quería aceptarlo, más te diré una cosa, yo siempre me paraba junto a la ventana, con la esperanza de volverte a ver. He de reconocer, que, en ocasiones, llegaba a desesperarme tanto, y por qué no decirlo, a cansarme, de tal manera que, por estar en postura de tal firmeza, la rigidez hacía presa de mi endeble fortaleza, más parecía que en un acto de bondad, la tierra, como buena madre, apiadándose de mí, me acogía con beneplácito y hacía brotar de mis pies descalzos, las raíces, para afianzarme en su seno, pues no quería verme morir de tristeza.

¡Oh! cuánto lo siento, el tiempo se ha terminado, más para no dejar con la duda, a tan amables lectores, les diré, que al ser que estaba esperando, era un hermoso colibrí que me tomó tal confianza que se posaba en mi mano, se dejaba acariciar, y mientras yo sentía su frágil cuerpo temblar, pensando que era por miedo, después pude comprender, que lo hacía para generar calor, para que mi cuerpo frío volviera a la vida.

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