Conforme pasa el tiempo la ansiedad llega en forma más violenta y hace presa de muchos de nosotros: la prisa por llegar a casa, del centro o el supermercado, de buscar los regalos y más nos obliga a acelerar más todo, incluyendo el pedal del automóvil, lo que obviamente hace crecer las posibilidades de un accidente de consecuencias no esperadas ni favorables, y que ocasiona pérdidas, tristeza y muchos aspectos negativos más.
En ese sentido, a punto de la Noche Buena y la Navidad –que no son lo mismo, aunque siempre van de la mano- están por llegar.
Los familiares de otros lares llegan y todos queremos verlos, y vamos corriendo a la tienda, al súper, a los hielos, por los refrescos y más: el alcohol también se hace presente en forma más inclemente y los riesgos aumentan.
Si bien es cierto que hemos visto información sobre diciembre en cuanto a accidentes, que nos dice que hay menos pero más víctimas, no tenemos por qué participar como número en las estadísticas: nada justifica el hecho de participar en un problema de esta naturaleza donde muchos dejamos la vida ahí, el patrimonio y los mejores días del año.
Por tanto, se requiere tomar conciencia al respecto y no engañarnos a nosotros mismos. Nos compartieron un video muy emotivo que nos jala las orejas de forma muy fuerte sobre el uso del teléfono celular y el volante, y nos mueve a reflexión cuando salimos a la calle y vamos por el “8 de 8”, y vemos la forma en que abundan por ahí, por el 17, por Juan B. Tijerina y todas, absolutamente todas las arterias, los “expertos” del volante que con una mano toman el mismo y con la otra el móvil, enviando mensajes y una absurda y enorme prepotencia tal que creen que nunca les pasará nada.
Abundan personas de estrato socioeconómico elevado con aire de perdonavidas que suponen que por ser lo que son –nada, específicamente, aunque ellos sienten que son todo- no les sucederá nada.
A todos, una noticia: el accidente no respeta clase social, religión, estatus económico o político, partido político, puesto ni nada por el estilo: cuando cometemos un error éste cobra las consecuencias, y muchas veces llevamos en el viaje a quien menos culpa tenía, y no es justo que otra familia sufra o carezca de alguien por consecuencia de un error ejeno.
¡Vaya! No es congruente que lo haga por errores propios, menos por los de otros, de ahí la importancia de atender las recomendaciones de las autoridades correspondientes, y propiciar la amabilidad, la cortesía.
Finalmente, si cedemos el paso a un automóvil no pasará mucho tiempo más en llegar a nuestro destino.
Imagine que en cada cruce dejemos pasar a UNO SOLO de los que están ahí: todos avanzaríamos en forma lenta pero continua; sin embargo, si no somos capaces de ser amables, podríamos pasar muchos minutos en el embotellamiento que sufrimos.
Estamos a punto de la Noche Buena, por lo que surge esa reflexión necesaria: ¿Qué nos cuesta ser amables? ¿Qué nos cuesta dejar el teléfono celular unos minutos? Nadie se va a morir ni va a cambiar el rumbo del planeta si no contestamos en forma inmediata un post o dejamos en “visto” alguien.
La existencia es mucho más valiosa que cualquier “post”, de forma que hagamos el esfuerzo por educarnos vialmente y participar en la llamada de las autoridades de Tránsito Municipal por mejorar el entorno en que nos desenvolvemos.
No nos cuesta mucho hacerlo, y podríamos convertir de nuevo a nuestra querida Ciudad Victoria en ese sitio de gente amable y cortés que nos ha caracterizado, y dejar de invadirnos por ese ambicioso y nefasto complejo de metrópoli: mejor ser una pequeña ciudad amable que una metrópolis enorme y deshumanizada que no ofrece más que violencia a los suyos.
Disfrutemos la navidad y los días previos con amabilidad e integridad física, y de ello, somos responsables nosotros mismos.
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