La política internacional está llena de contradicciones y, a menudo, de hipocresía. Un claro ejemplo de esto es la participación de Israel y Rusia en los Juegos Olímpicos. Mientras que Israel sigue participando sin mayores restricciones, Rusia ha sido excluida de numerosas competiciones internacionales. Esta disparidad plantea preguntas importantes sobre la coherencia y la equidad en la aplicación de las normas y sanciones internacionales. En esta columna no entraré a los motivos por los cuales ocurren estos conflictos bélicos, solo a la decisión del Comité Olimpico Internacional de dejar participar a Israel y no a Rusia.

Israel ha estado involucrado en conflictos prolongados con sus vecinos, en particular con Palestina. Las políticas israelíes en los territorios ocupados, que incluyen asentamientos y acciones militares, han sido ampliamente criticadas por organizaciones internacionales y gobiernos alrededor del mundo. A pesar de estas controversias, Israel ha continuado participando en los Juegos Olímpicos sin enfrentar sanciones significativas. Este hecho pone en evidencia una tolerancia internacional hacia Israel, a pesar de las violaciones de derechos humanos que se le atribuyen.

Rusia, por otro lado, ha enfrentado sanciones severas en el ámbito deportivo. Desde las acusaciones de dopaje estatal hasta la invasión de Ucrania, las acciones del gobierno ruso han llevado a su exclusión de eventos deportivos internacionales, incluidos los Juegos Olímpicos. Los atletas rusos han tenido que competir bajo banderas neutrales y han enfrentado restricciones que no se aplican de manera consistente a otros países con registros cuestionables.

La disparidad en el tratamiento de Israel y Rusia refleja una hipocresía inherente en la política internacional. Las alianzas geopolíticas y los intereses estratégicos a menudo dictan cómo se aplican las normas y sanciones. Israel, con el apoyo incondicional de países poderosos como Estados Unidos, disfruta de una inmunidad que otros países no tienen. Rusia, por otro lado, enfrenta un aislamiento severo debido a sus acciones, pero también debido a la falta de aliados poderosos dispuestos a defenderla en el escenario internacional.

Para que la comunidad internacional sea percibida como justa y coherente, es crucial que las normas se apliquen de manera equitativa a todos los países, independientemente de sus alianzas políticas. La hipocresía no solo socava la credibilidad de las instituciones internacionales, sino que también perpetúa un ciclo de injusticia y resentimiento. Los Juegos Olímpicos, como símbolo de la unidad y la paz global, deberían ser un terreno donde se refleje esta equidad y coherencia.

La diferencia en el tratamiento de Israel y Rusia en los Juegos Olímpicos es un ejemplo claro de la hipocresía en la política internacional. Para avanzar hacia un mundo más justo, es esencial que las sanciones y las normas se apliquen de manera uniforme, sin importar las alianzas o los intereses estratégicos. Solo así podremos aspirar a una comunidad internacional verdaderamente equitativa y justa.