Este pasado viernes, se llevó a cabo la quinta sesión ordinaria del Consejo Técnico Escolar (CTE) en Educación Básica para todos los trabajadores de la educación de todo el país, en esta ocasión el CTE estuvo enfocado en el aspecto socioemocional de las niñas, niños y adolescentes, además de las maestras y maestros, sobre todo en este tiempo de confinamiento a causa del COVID-19. Es decir, a casi un año del este confinamiento obligatorio en donde se perdió el contacto directo entre maestros, alumnos y madres y padres de familia, apenas se toco de manera mas amplia el aspecto socioemocional de todos los involucrados en el proceso enseñanza-aprendizaje.

Si bien es cierto que, en cada CTE, las maestras y maestros junto con la parte directiva, hablamos sobre todo de aquello que ha dificultado nuestra labor docente y compartimos nuestras experiencias con nuestro grupo, en esta ocasión se tocaron aspectos mas profundos pero que no quitan aun el mal sabor de boca para con los docentes que nos hemos sentido muy poco valorados por las autoridades educativas, quienes parecen ver en los maestros a unos robots educativos.

¿Con qué nos hemos topado emocionalmente más allá de las dificultades técnicas ya por todos conocidas? Hay 3 perspectivas distintas, pero estrechamente relacionadas. Comencemos por nuestras alumnas, alumnos y jóvenes, a estas alturas de las clases en línea, hemos podido dar cuenta del aspecto emocional de los educandos, en el que la gran mayoría ya se encuentra un tanto desesperado, quienes en un inicio se mostraban receptivos a las clases en línea (toda una novedad, a pesar de todo), hoy ya encuentran tedioso el diariamente accesar a plataformas digitales, y no es porque sean una generación de cristal, es porque realmente se ocupa la guía y orientación presencial del docente para tener una verdadera comprensión de los contenidos de aprendizaje. No Esto provoca frustración en los educandos al no contar con esta guía presencial. La misma Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha mencionado sobre la catástrofe generacional en la educación, sobre todo en América Latina, en donde las condiciones socioeconómicas influyeron de manera directa en la educación virtual. La UNESCO se ha pronunciado acerca de que la conectividad debería ser un derecho humano.

La perspectiva emocional del docente también va encaminada a la frustración: por más que nos esforcemos para las clases en línea, incluso para quienes visitan presencialmente a sus alumnos con todas las medidas de higiene y sana distancia que deben tener, no podemos negar que existe un vacío de conocimientos que probablemente será difícil de recuperar. Añadimos también la carga administrativa de la cual ya hemos hablado anteriormente y que no ha disminuido de ninguna forma. Hay indicaciones de autoridades educativas por demás irracionales. Agreguemos la parte emocional: muchos maestros también tienen hijos e hijos en edad escolar que atender, es decir no solo están al pendiente de sus alumnos sino de sus propios hijos. El hogar del docente se convirtió en el aula de clases, el espacio intimo que debía suponer el espacio de descanso después de la jornada laboral, se convirtió en un espacio público y sin horarios definidos para atender la labor educativa. Aun y cuando se establezcan reglas para el home office magisterial, los maestros se caracterizan por estar disponibles prácticamente a toda hora. Sobran los intercambios de experiencias donde al ser ya nuestro número telefónico del dominio popular para las madres y padres de familia, hemos recibido mensajes y llamadas a altas horas de la noche para despejar dudas o atender lo que se ocupe en ese momento. No dejemos de lado la falta de empatía de pequeños sectores de la sociedad que han expresado que “los maestros están bien cómodos en su casa sin trabajar” ignorando el trasfondo difícil que ha significado convertir nuestro hogar en un aula. Los maestros también tienen dificultades para conectarse en línea, también tienen que comprarse su herramienta tecnológica, los maestros también se enferman y algunos desafortunadamente han fallecido debido al COVID, los maestros también tenemos familia.

La tercera perspectiva y no menos importante es la de las madres y padres de familia, quienes han tenido que cambiar y adaptar rutinas del hogar y en otros casos, las laborales, para poder prestar su teléfono celular a su hijo o hija y este se pueda conectar en línea, hacer el esfuerzo económico ya sea para recargas telefónicas, compra de tabletas o laptops, o pagar renta mensual del internet, que quizá cuando su hijo o hija tomaba las clases presenciales, no ocupaba en casa. Muchos después de su jornada laboral exhaustiva, llegan a casa a tratar de apoyar a sus hijos en lo que pueden y saben y se acuerdan de cuando estaban en la primaria o secundaria para tratar de despejar dudas, si bien es cierto esta atención a sus hijos debería ser permanente, las condiciones actuales dificultan aún más esta atención, las madres y padres de familia no tienen la pedagogía con la que cuenta un profesionista y también se frustran al no poder ayudar más a sus hijos.

Un esfuerzo enorme es lo que podemos notar de los docentes, alumnos y alumnas, madres y padres de familia para salir adelante no solo en lo cognitivo, sino también en lo emocional. A los alumnos y alumnas gracias por su esfuerzo, a las madres y padres de familia gracias por su compresión y apoyo y a mis compañeros docentes, gracias por dar siempre más de lo que deberían y preocuparse por sus alumnos, son unos HEROES EDUCATIVOS.

Reyna Campuzano Salinas, Secretaria General del SNTE; Vocera del Movimiento Magisterial de Tamaulipas. Pagina Facebook: Reyna Campuzano Salinas. Twitter: @RCampuzano