El ataque del crimen organizado en Villa Unión, Coahuila no es hecho excepcional, como dijo López, es parte de su estrategia que se repite hace años. Se dio en un pueblo cercano a Piedras Negras, importante punto fronterizo para el tráfico, hacia y desde Estados Unidos, de drogas, armas, dinero y migrantes, base de operación desde la cual dirigir.
Está cerca de Allende, pueblo en el que en 2011 Los Zetas cometieron la mayor masacre conocida en la historia mexicana de la lucha contra el narcotráfico. Un número de entre 100 y 300 personas fue asesinado por comandos de Los Zetas que tomaron aquel pueblo para vengar una traición. Lo sucedido en Allende tiene relación con lo que los sucesores de Los Zetas querían hacer en Villa Unión, y demuestra que las masacres han sido terribles en la guerra que libran entre ellos mismos y, sobre todo, contra la sociedad, mientras el discurso oficial lo ignora.
Villa Unión se libró de un destino similar al de Allende porque se actuó con firmeza y coordinación en las instancias federales y estatales que repelieron el intento de toma de ese pueblo por el Cártel del Noreste e implementó la persecución por tierra y aire del grupo criminal por la frontera de Coahuila y dentro de Tamaulipas, donde el resto del comando de 70 sicarios se refugió. Fue un operativo conjunto real, con elementos de la Policía Estatal y de la Fiscalía General del Estado (Grupo de Acción y Reacción del estado y la Agencia de Investigación Criminal), así como del Ejército Mexicano y la Guardia Nacional.
De 70 sicarios que atacaron Villa Unión,17 fueron abatidos y 10 detenidos, con la muerte de 4 elementos de la Policía Estatal y 2 bomberos tomados como rehenes por los sicarios y que fueron asesinados. Veinte vehículos de los atacantes fueron asegurados. Entre el arsenal que portaba el grupo criminal se aseguró 27 armas largas.
Si el comando consideró que iba a ser tratados con indulgencia como en Culiacán, los hechos muestran que se equivocaron, gran diferencia con lo ocurrido hasta ahora en la lucha contra los grupos del narcotráfico. Es la única opción, la otra es alimentar al crimen. El Cártel del Noreste lo demuestra. Hace un año no existía. Sus integrantes, el cártel de Los Zetas y los Treviño, habían sido desarticulados, apresados, extraditados o habían muerto en enfrentamientos. Por un año la persecución cesó, se articularon y refundaron bajo los principios de Los Zetas con su propio grupo de sicarios, la Tropa del Infierno. Están trabajando, en Nuevo Laredo, en Monterrey y en Coahuila y buscan recuperar las rutas y territorios que tenían. Atacaron Villa Unión que hasta 2012 fue territorio Zeta.
La lucha contra los grupos criminales debe tener ajustes, pero la presión constante contra esos grupos no puede abandonarse pues terminan regenerándose. No existe experiencia que demuestre que la política de apaciguamiento unilateral del Estado contra cárteles o mafias de resultados positivos. Eso puede lograrse después de s derrotarlos y retomar el pleno control el Estado. No se acaba nunca con el crimen organizado transacional, pero sí es posible su control y constreñir a espacios acotados. Para eso se requiere presión constante. Villa Unión muestra que Culiacán fue un error.