Los antojos a la hora de comer, son en muchas ocasiones motivo de gran preocupación, sobre todo cuando se tiene un mal sabor de boca, producidos por acontecimientos que nada tienen que ver el arte culinario.
Este arte, no tiene relación alguna con los espectáculos basados en las danzas que utilizan, (me han platicado) un tubo galvanizado como vara de equilibrio.
Tampoco tiene relación alguna con lo que presentan algunos guardianes de la ley, cuando por error osan detener a alguien que está muy cerca de la “gente pesada”.
Por todos los rincones del “elefantito” se escuchan los gemidos de aquellos, que, pretendiendo ser depositarios de la seguridad a la que todos tenemos derecho, carecen precisamente de autoridad para enfrentar por miedo, a quienes se atreven a brincar con impunidad todo lo que representa las buenas costumbres.
En cualquier parte las historias son iguales, son ya del dominio público. Los patrullero detienen y en menos que canta un gallo, ahí están “los pesados” en sus camionetas del año, ordenando no solicitando, la inmediata liberación de la pequeña presa adquirida.
Igual pasa cuando detienen una carga, “ellos” tienen los números celulares de todos los agentes y la sola instrucción de: “déjalo ir después nos arreglamos”, es suficiente para entender que a las 2 de la tarde hay que ir por los niños a la escuela.
Los reclamos son variados, la sociedad civil también sufre la misma impotencia, pues si por suerte localiza el vehículo que le fue robado, aun con la “ayuda” policiaca, ve como sin ser molestados se les deja ir, para después sufrir la humillación de recibirlos en su casa y frente a sus hijos recibir la amenaza nada velada: “¡Ya no la hagas de pedo!”
Antes la gente le tenía miedo a la policía, hoy la policía le tiene miedo a “la gente”.
Tampoco se les puede reclamar nada, ellos, los policías, tienen padres, esposa (a veces varias) e hijos, ellos, los policías, son policías de día y de noche, de turno o fuera de él. Y el maleante, es maleante sólo cuando está cometiendo un ilícito.
Debe de ser frustrante saber, que por encima de la vigilancia que ellos deben de realizar, está otra vigilancia con mayor armamento, con mejores vehículos y con gran prepotencia.
Debe de ser incomodo, poseer una placa, portar un uniforme, tener un arma, disponer de una credencial y no poder hacer nada para evitar una humillación, recibir órdenes a gritos y tener que agachar la cabeza.
Y en el más completo abandono y estado de indefensión, saber que no pueden presentar una queja ante Derechos Humanos, porque “La Maña” no tiene domicilio para oír y recibir notificaciones.
¡Pero que bruto! me salí del tema, yo solo quería comentar que hoy se me antojó un pastel de carne y que Mary, excelente cocinera, me informó sin ambages: ¡En esta casa no hay huevos!
Herido en el amor propio, salí en busca del ingrediente indispensable, busqué en todo Matamoros y no encontré, me dirigí a Reynosa y tampoco, busqué en Nuevo Laredo y nada, decidí viajar al sur hasta la zona conurbada, pero fue infructuoso, vamos ni en Ciudad Victoria fue posible, así que tomé la decisión de viajar hasta Abasolo, Tamaulipas, pues aquí, HACEN FALTA HUEVOS.