Hay tanto de que hablar en la vida, pero hay momentos en los que únicamente se puede hablar consigo mismo, y aunque en lo particular, no me desagrada hacerlo, siempre he sentido la necesidad de escuchar las respuestas de otras personas, sobre todo, de aquellas que pudieran tener la oportunidad de escuchar mis palabras.
Las personas suelen decir que no tienen tiempo suficiente para platicar, que están muy ocupadas, que hablar podría significarles un retraso en resolver las situaciones que ya tienen planeadas para el día a día, pero yo les aseguro, que después de haber cumplido con lo que se habían propuesto realizar, se darán cuenta de que, en el momento que más lo necesiten, no tendrán cerca a una persona, con quien comentar los pormenores de su ajetreado día; pero aún hay situaciones peores, como la de tener mal genio, generado por el fracaso de sus propósitos, entonces, anhelarán con quien platicar para contarle todo lo sucedido y así poder desahogarse, porque bien saben que de no hacerlo, les espera una difícil noche.
Es de considerar, que el hablar no es una pérdida de tiempo, es una valiosa oportunidad para fomentar la amistad, las buenas relaciones, incluso para sanar los corazones que se encuentran quebrantados por alguna razón emocional; el que suele tener una plática fluida, suele ser también una buena persona para escuchar, y es de reconocer, que la mayoría de las veces, antepone su necesidad a la necesidad de quien siente que no tiene tiempo para hablar, porque con ello refleja, que su vida se encuentra mayormente ligada a la atención de las demandas de los demás, olvidándose de ellas mismas.
En ocasiones pensamos, que para poder trascender en la vida se requiere de hacer muchas obras, pero yo les aseguro, que las cosas materiales tienen menor valor que el poder atender el alma de aquellos que se sienten perdidos y no lo saben.

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