Cuando tu entorno se reduce a un espacio donde todo es limitado; cuando el pensar no encuentra lugar y puedes sentir cómo tus ideas escapan de tu mente y chocan con la pared del frente, cuando tus movimientos se limitan tanto, que puedes sentir cómo la energía que tienes que liberar, regresa al sitio de partida para volverse a almacenar, cuando todo lo que identificas como sensorial te llega a pesar tanto, que tu organismo amenaza con desconectarte de tu realidad a través de un sueño que no deseas y no puedes evitar, porque tienes que esperar a madurar lo suficiente para poder salir del claustro que por necesidad tuviste que ocupar, para poder desarrollar las características de la estructura, que te permita adaptar a una forma de vida muy diferente a la original.
Cuando se habla de cuerpo, mente y espíritu, y no logras entender que esas tres formas de tu ser viven en ti, mientras logras avanzar a un estado de mayor complejidad que te permita tener el poder y el conocimiento para ocupar el lugar que tienes reservado en el universo; hasta entonces, tal vez ya no te importe saber que todo cuanto te ocurre en la vida, es únicamente un proceso de maduración, una metamorfosis, una transformación de lo material a lo espiritual.
¿Es acaso este conocimiento importante, para una sociedad que está más preocupada por sufrir, pensando en sobrevivir, y se combate entre sí para inconscientemente entrar a una selección debida?
Jesucristo, nuestro gran maestro, nos ha preparado para encontrar el camino a una verdad irrefutable: para poder trascender, es indispensable amar.
“Mi reino no es de este mundo” (Jn 18:36)
Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com