Entre los saldos positivos que dejó el Primer Informe de labores del alcalde victorense Oscar Almaraz, me parece que sobre los avances materiales que se plasmaron en ese reporte, un balance merece una reflexión por separado.

Me refiero a que en las especiales circunstancias políticas que rigen en la relación gubernamental entre el municipio y el Estado, en donde convergen dos partidos políticos diferentes, la capacidad de armonizar la tarea de ambas fuerzas no es sólo necesaria, sino imprescindible, en el objetivo de fortalecer el desarrollo de una comunidad.

En mi percepción, Almaraz ha logrado establecer con el Gobierno del Estado una sinergia institucional que hasta ahora ha dejado beneficios tangibles a la capital, reflejados en obras y servicios con inversiones multimillonarias impulsados por la administración de Francisco García. Sobre las diferencias partidistas que es imposible negar que existan, Oscar ha mantenido una línea de respeto que le reditúa hoy a Victoria un escenario inesperado en su papel de oposición: el del progreso.

Estoy seguro que no ha sido fácil lograrlo. La tormentosa relación del poder estatal con otros municipios, inclusive emanados del propio Acción Nacional, hoy en el mando tamaulipeco, dejan claro que Almaraz ha sabido encontrar las mejores rutas para ser no un satélite del Estado como era costumbre en los regímenes priístas, sino un aliado para trabajar por Tamaulipas, al margen de colores y siglas.

Bienvenida esa visión del Presidente Municipal de Victoria. En la política no basta ser eficiente en la administración y aprovechamiento de recursos como también lo ha demostrado Oscar, pero al lado de esa habilidad gerencial debe caminar la sensibilidad para trabajar, inclusive al lado de quien en el papel electoral figura como adversario.

Lo mejor de esto es que el beneficio no es para un hombre o para un partido. En este caso, es para los victorenses…

 

CONTRA CULTURA

En los días cercanos, un escándalo que encontró generosos ecos en las redes sociales y en algunos medios convencionales, fue el “spot” que grabó el alcalde de Río Bravo, Juan Diego Guajardo Anzaldúa, priísta en el papel pero vaya usted a saber qué será en el interior.

En el video, el edil aparece bailando y caminando al ritmo del tema “Sobreviviré”, que ha sido considerado un himno en dos sentidos: para quienes no se rinden y para quienes traen una bandera especial sobre sus preferencias sexuales.

En este caso, es obvio que se trata del primer caso. Es decir, enfatizar que pese a los obstáculos que existen para el edil y su ayuntamiento, siguen adelante,

Pero no es ese el meollo de este sainete, sino la casi crucifixión del alcalde por su mensaje. Loco, retrasado, imprudente, desesperado, inexperto y otras lindezas por el estilo le fueron dirigidas a Juan Diego por sus enemigos políticos y por quienes se consideran a sí mismos la luz de la oscuridad universal.

Tal vez me consideren algo parecido a Guajardo, pero la verdad es que desde este modesto espacio le envío al ríobravense un reconocimiento.

Se necesita valor para ir contra cultura. Y él lo mostró sin rubores. En este momento Juan Diego está en todas las bocas, en todos los pensamientos. Simplemente logró lo que quería: “jalar” los reflectores hacia él, llamar la atención, colocarse en el centro de un huracán que él mismo creó y que por lo tanto él también puede controlar.

Y una sugerencia a sus detractores: Cuidado con seguir atacándolo. Y les diré por qué.

Quien esto escribe es también nativo de Río Bravo, esa bendita tierra de Dios, cuando aún era parte del municipio de Reynosa. Sé por mis mismas raíces que cuando alguien de casa es víctima de un agresión donde “le echan montón” la reacción es arroparlo.

En estos momentos Juan Diego está vacunado contra los señalamientos. Si hoy fueran las votaciones Guajardo se reelegiría sin duda alguna, porque la “raza” lo ve como víctima “de los de afuera” y están cerrando un círculo que será muy difícil romper.

Me cae bien Guajardo. Se atrevió a romper esquemas y a probar que no todo tiene que ser sometido a reglas acartonadas. Si le va bien o no al final será, como decía la nana Goya, otra historia, pero nadie le quitará el papel de “chico rebelde” que mandó al cuerno estereotipos y lineamientos de cuello duro.

¿Y quién sabe?… tal vez al rato veremos a otro precandidato bailando al ritmo de “Noa, Noa”, “Despacito” o “Vive la vida loca”…

 

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