Muchos de ellos no lo aceptan y otros tantos ven con desdén ese hecho, pero es una realidad palpable en el ámbito mediático del país.
Los medios escritos, los periódicos especialmente, le deben mucho a Vicente Fox Quezada.
¿Por qué esa afirmación?
Una mirada a dos décadas atrás puede arrojar la respuesta al cuestionamiento.
En el año 2000, cuando Fox asumió la Presidencia de la República tras una elección que demostró que los mexicanos solemos votar con los intestinos -y pruebas hay muchas- el guanajuatense exhibió desde el inicio de su mandato su distanciamiento con diarios y revistas. Todo lo que oliera a ellos parecía ser un mal apenas necesario, mientras las televisoras y en menor medida la radio se convirtieron en sus favoritos.
Los impresos atravesaban por un mal momento. La irrupción de la información digital que marcaba los primeros pasos de las redes sociales, ese monstruo que hoy es una bendición y a la vez una maldición contra el cual sólo los medios electrónicos podían competir en ese entonces en tiempo real, demolían gradualmente la circulación de los grandes diarios de circulación nacional y regional y les pronosticaban lo que parecía una debacle a mediano plazo.
Pero Fox los revivió. Involuntariamente.
Esos periódicos y revistas, al faltar el buen ánimo presidencial y por lo tanto a reducirse los jugosos acuerdos y prebendas que tradicionalmente existían, vieron anulado el compromiso “de caballeros” de endulzarle el oído al Ejecutivo Federal y de encubrir los errores de ese sexenio, muchas veces garrafales.
El resultado fue, para infortunio de Fox, que las críticas, trabajos de investigación y la apertura a las voces de la oposición, levantaron la credibilidad de los medios escritos, en un reflejo de la vieja frase de que lo que vende es la nota negativa.
Un día sí y otro también, Vicente era presa de la furia por los “balconeos” que de sus tropezones hacían gala desde el periódico más reconocido hasta el último en la escala de la prensa marginal.
Esa pelea virtual que empezó Fox tuvo un ganador, pero no fue él.
Hoy, por la combativa línea editorial que eligieron hace 20 años periódicos y revistas, éstos poseen una influencia real en el ánimo ciudadano, profesional, empresarial y desde luego político. La televisión y la radio dejaron de tener credibilidad por su postración evidente hacia quien pagaba y paga, mientras las redes sociales se convirtieron en las más populares pero también en las menos confiables por su ligereza y en muchos casos falta de ética.
Cuidado con el menosprecio que siguen mostrando hoy hacia los impresos, los gobiernos, sea municipal, estatal o federal.
Hasta ahora, no he escuchado de alcaldes, gobernadores ni en el círculo federal, quejas contra las televisoras o la radio. Las baterías de grueso calibre se enfilan hacia diarios y revistas, hacia sus noticias y hacia columnistas. Para bien de su credibilidad es evidente que ganaron respeto, así sea maquillado en un mar de deslegitimaciones y ataques.
De esa manera, la falta de atención, la indiferencia y en algunos casos el menosprecio gubernamental, se convirtieron y aún son, un búmeran para el quehacer público al surgir -exageran tal vez- la percepción de que la verdad ahora se encuentra en las páginas de un periódico o revista.
No sé hasta dónde llegue esta trompicada relación entre medios impresos y las diferentes estructuras de gobierno; no sé si pueda haber un punto de retorno o si cada día se alejarán más, pero por lo pronto la comunicación escrita empieza a saborear otra vez una frase que les debe saber a miel:
“Con la radio se informa, con la televisión se entretiene. Con los periódicos, se gobierna”.
Gracias, Vicente Fox…
Twitter: @LABERINTOS_HOY