Probablemente uno de los más grandes errores que tienen nuestros gobernantes es el hecho de que son fanáticos de sus siglas, sus partidos, y se dedican, antes que gobernar, a declarar la guerra a aquellos que fueron rivales electorales y los consideran hoy como enemigos.
Llegan con toda la intención de vengarse más que gobernar, y eso l hemos vivido en la entidad muchas veces por años: algunos no soportan el haber tenido rivales, y piensan como virreyes, sometiendo a otros integrantes de grupos políticos y los que son apolíticos también, perjudicando la economía de regiones y zonas importantes, de familias y grupos enteros, jugando con la economía del estado, así como el patrimonio de muchos.
Debieran de pensar que gobiernan para todos, y que cuando ganan y se les entrega la constancia de mayoría o se les declara oficialmente con su cargo obtenido deberían desprenderse de sus siglas y gobernar para todos.
Lo vemos muy claramente con los adoradores del próximo presidente de México, a quienes la mayoría de la gente ha nombrado “Chairos”, y que se les ubica como seres que no razonan y cuando encuentran algo distinto, ofenden, agreden, insultan…
Ellos piensan que ahora que ganaron hay que desquitarse de lo que llaman “prianistas”, porque es muy claro que quien no es fanático de Morena es un enemigo a vencer, a derrotar y humillar.
No tienen la madurez política necesaria para entender que ganaron y que deben ocuparse en gobernar. La clara muestra es de aquella dirigente morenista que se ostenta con un burdo nombre extranjero para ocultar su origen, quien ha lanzado amenazas, al igual que el señor Salgado Macedonio, conocidísimo por sus eventos etílicos amparado en el poder que le dio el dirigir Guerrero. Esos son los especímenes que lanzan vituperios para los “prianistas” y todos los que, para ellos son corruptos.
Curioso, si alguno de nosotros no comuulga con sus pensamientos, nos llaman “prianistas”, “hambrientos”, “•chayoteros” y una serie de epítetos que han endilgado a gremios completos como suele suceder con quienes conformamos la parte de la sociedad encargada de informar.
Y en la entidad está proliferando esa actitud y no nos dejará nada bueno. El tener encuentros con grupos políticos, sociales y económicos que no tienen nada de cordial no abona a la democracia.
Tan interesante que resulta debatir con gente que no es afín a nosotros, escuchar sus postulados y puntos de vista y discernir, exponer y compartir, sin el ánimo de “o me das la razón o eres enemigo”.
Eso hace muchísimo daño, y lo peor de todo es que afecta a muchos inocentes.
El gobernante debe aprender a escuchar y dejar a un lado sus frustraciones y complejos, sus ansias virreinales, y entender qué es lo que quiere la ciudadanía.
Y nos remitimos a la calle Hidalgo, que sigue siendo paraíso de puestos al margen de la ley, y que ha sido históricamente el punto de encuentro del comercio mayoritario en nuestra capital tamaulipeca.
Con la aparición de plazas comerciales se ha disgregado un poco la gente en busca de sus compras, pero no podemos negar que la calle Hidalgo sigue siendo uno de los más importantes puntos de confluencia.
¿Qué trabajo costaba escuchar y tratar de entender a las mayorías?
Los ciudadanos no queremos populismo sino resultados: quienes se ostentan como la voz del pueblo y actúan distinto no nos convencen. En el caso de nuestra hermosa y querida capital, otrora tranquila, nos preocupa que cada día hay más calles dañadas, más baches, más falta de infraestructura.
Y eso, señores, es el principal reclamo, después de la seguridad, de los que vivimos en Victoria, hartos de los daños que ocasiona transitar en estos remedos de calles que nos han dejado las administraciones anteriores… incluyendo la actual.

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