Vuelvo a decir, la participación en la misa dominical no debe ser solamente para cumplir un precepto, sino que es alimentar la vida cristiana, la vida católica, es recibir, por medio de la Palabra de Dios escrita en la Biblia la fuerza y la luz para caminar en la vida cotidiana de cada creyente.
De acuerdo a las lecturas de este domingo se puede decir que hay personas que pierden la fe en Dios o prefieren no creer en Él, por la razón que sea: lo han buscado donde no está, o esperaban que el encuentro con Él fuera extraordinario. No han sido capaces de ver en su interior, ni contemplar la realidad. Allí está Dios, pasa frente a cada persona y sale a su encuentro. Probablemente algunos se pregunten: ¿qué hay en mi corazón que pueda hablarme de Él? ¿Qué puede decirme un árbol de cómo es Dios?
Los textos bíblicos de este domingo hablan de Dios, del Reino de Dios y de la fe, sirviéndose de algunos elementos de la naturaleza y de la vida cercana al ser humano: un árbol, un sembrar, la cosecha y una semilla de mostaza. Surge un problema que puede restar sentido a lo que se quiere revelar: quién de nosotros ha plantado un árbol para verlos crecer, o sembrado una semilla para cosechar después, o visto la majestuosidad de un árbol de mostaza. Si no es el caso, árboles y semillas resultan ajenos y nada dicen. No obstante forman parte de la vida. Pero ¿qué relación tienen con la Palabra de Dios?
El texto del Evangelio Mc. 4:26-34, presenta a Jesús explicando que el Reino de Dios es como un árbol de mostaza: tan grande, que los pájaros anidan en sus ramas y se cobijan bajo su sombra. Lo que simboliza desde el Evangelio va más allá de lo que vemos.
¿Cuál es la clave? No se puede pasar la vida contemplando árboles y tratando de descubrir en ellos el Reino de Dios; la clave está en romper el límite de lo simbólico y adentrarse en la dimensión del misterio que encierra. Sólo así se puede comprender que los seres humanos son tierra donde Dios ha sembrado las semillas que se convertirán después en grandes árboles que extiendan sus ramas para dar cobijo y frutos para proteger y alimentar al hermano.
Se puede orar con palabras de la oración de la misa: “Señor Dios, fortaleza de los que en ti esperan, acude, bondadoso, a nuestro llamado y puesto que sin ti nada puede nuestra humana debilidad, danos siempre la ayuda de tu gracia, para que en el cumplimiento de tu voluntad, te agrademos siempre con nuestros deseos y acciones”.
Que la paz y el amor del buen Padre Dios permanezca siempre con ustedes.