Y el rayo de luz entró por el reducido espacio de la cerradura de la puerta, y la oscuridad, producto de la ignorancia, dejó de ser amenazante al verse desplazada por la claridad de la sabiduría.
Nadie que no pueda controlar sus deseos puede jactarse de ser fuerte, pues el peso de no poder conseguir posesionarse de algo o de realizar algo que no está al alcance de nuestras posibilidades, es mayor al peso de levantar un objeto cualquiera.
Para poder lograr lo que nos proponemos, tenemos que considerar primero la integralidad de nuestro ser, pues en ello estará la fuerza para poder lograr con éxito aquello que pretendemos. Si utilizamos sólo la fuerza muscular, acaso tendríamos un logro pasajero, pues siempre se tratará de levantar más peso del que hemos levantado hasta arrebatarle el lugar a quien se considera el más fuerte. Si no consideramos nuestra fuerza mental para convencernos de que podemos lograr lo que deseamos, por más esfuerzo que hagamos fracasaremos, y si desdeñamos el poder de nuestra fuerza espiritual, todo lo que pudiéramos haber logrado nos parecerá insuficiente y poco práctico.
La fuerza espiritual, le da rumbo y sentido a todo lo que deseamos, porque no se basa en un deseo meramente personal, sino en poder obtener un beneficio para los demás. Si Dios te ha dotado de un talento sobresaliente no es para que obtener logros personales, sino para que lo pongas al servicio de los demás, por eso no pierdas la humildad para ganar vanidad.
Cuando el rayo de luz atraviese por el espacio de la cerradura, se te abrirán las puertas de la sabiduría, no habrá más oscuridad e tu vida, seguramente, muchos envidiarán tus virtudes y tratarán de opacar tu presencia, pero entre más débil piensen que eres, tú sabrás que eres el más fuerte.
“Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2 Corintios 12:10)
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