El vínculo entre la filosofía y la política se da en forma natural. Son dos disciplinas que se complementan y, podría decirse, hasta se necesitan mutuamente. Si la filosofía nos enseña a reflexionar sobre el mundo y todo lo que nos rodea, la política ha representado una necesidad desde el momento en que los seres humanos empezamos a organizarnos y convivir en sociedad. La política ha buscado respuestas a preguntas básicas. ¿Cómo debería de ser un gobernante? ¿Quién debe gobernar? ¿Debe el gobernante buscar el bien común, la igualdad y la libertad para todos, o valerse de la astucia para mantenerse en el poder sin atender a límites éticos o morales? Entre otras muchas preguntas más.

La Filosofía a través de la historia, es un recorrido que nos hace reflexionar sobre ideas, que muchas veces ya damos por establecidas; sin embargo, conocer la extensa diversidad de opiniones y análisis filosóficos, nos permite, sin duda, ampliar nuestro horizonte intelectual.

Estudiar y analizar la filosofía es acercar a una persona a la búsqueda de la verdad. Aun cuando este conocimiento seguramente nos llevará a nuevas preguntas. La filosofía nos ayuda a observar el mundo de otra forma, no es una línea recta, ni un pensamiento único, sino una red de ideas, escuelas y corrientes de opiniones en donde cada filosofo manifiesta su propio punto de vista y que guía a ciudadanos y gobernantes a conducirse por el camino de la sabiduría.

Por su parte, la política en cada época encontró sus propias respuestas y, con ellas, se construyó una serie de ideologías que dieron forma y estructura a la vida en sociedad. Estas ideologías no surgieron de manera aislada, sino como reflejo del contexto histórico y de los problemas sociales de su tiempo, hasta convertirse en la base para organizar el poder, crear instituciones y de alguna manera orientar el rumbo de las comunidades.

En la política, especialmente en sus orígenes en Grecia, aparecieron ideas que buscaban establecer el orden y la armonía en la vida colectiva, se defendía la virtud, se cuestionaba como debía ser el gobernante, el respeto a las normas y el deber y la cooperación con la comunidad.

Mas tarde la política estuvo subordinada a la religión. Se creía que el poder provenía directamente de Dios y gobernar significaba defender la fe más que el bienestar de las personas. Con el paso del tiempo comenzaron a surgir pensadores y también sectores de la misma sociedad que se atrevieron a alzar la voz y cuestionar el poder absoluto. Esta nueva forma de pensar expuso que gobernar no era un privilegio otorgado de lo divino, sino una responsabilidad orientada al bien común. El poder debía tener límites y esos límites deberían quedar plasmados en un documento que protegiera a las personas por igual y al mismo tiempo regularan el funcionamiento del poder. Es cuando nacen las primeras constituciones escritas que dieron origen a la división de poderes que defendían al individuo frente al Estado.

Posteriormente aparecieron nuevas ideas revolucionarias y teóricas críticas que buscaban transformar profundamente a las sociedades, los grandes grupos sociales comenzaron a participar de forma activa en la política exigiendo un cambio radical. Este proceso dio paso a un choque de ideologías que marcarían el siglo XX, enfrentando modelos opuestos como el liberalismo, el socialismo, el comunismo y los totalitarismos. Afortunadamente, después de la segunda guerra mundial el mundo comprendió la necesidad de corregir el rumbo y sentar las bases para proteger los derechos fundamentales por encima de cualquier ideología, y que al final el respeto a estos derechos, también garantizan la supervivencia del Estado.

Muchos filósofos no solo reflexionaron sobre política, también participaron activamente en ella, la filosofía y la política convergen de manera natural. La cordura entendida como sensatez y capacidad de razonar con claridad, fue propuesta para quienes ejercen el poder por Sócrates, Platón y Aristóteles, los dos primeros le llamaron “templanza” —autocontrol, moderación y equilibrio— y, Aristóteles la consideró “prudencia” una de las virtudes fundamentales para tomar decisiones justas. John Locke e Immanuel Kant igualmente en política resaltaron la necesidad de utilizar la razón, como centro de toda decisión, y con ella significaba guiarse por el juicio racional y no por los impulsos o las pasiones.

Los cimientos de la política se encuentran en las reflexiones de filósofos como Sócrates, quien sostenía que un gobernante debía regirse por la justicia, la ética y la razón, porque solo así podría alcanzarse el bien común. Platón, por su parte, insistía en que los gobernantes debían ser filósofos, pues únicamente de esa forma podrían comprender lo que es verdaderamente justo, bueno y virtuoso y por lo tanto gobernar en lo correcto. Finalmente, Aristóteles defendía un gobierno equilibrado, guiado por leyes, que busca el bien común y sostenido por una clase media fuerte, convencido de que así se evitaría el abuso del poder y se garantizaría una vida buena y virtuosa para los ciudadanos.

En todos los tiempos las civilizaciones han estado marcadas por ciclos de esplendor y de decadencia. A veces este desbalance surge desde gobernantes, que abusan del poder, corrupción, decisiones autoritarias o desconectadas de la realidad. Otras veces nace desde la sociedad, cuando se debilita el sentido de responsabilidad social y crece la apatía, el conformismo, el desinterés o se conduce a la polarización. Y cuando estas fuerzas se combinan, estalla una crisis profunda, el pueblo deja de exigir y el gobierno deja de rendir cuentas. Entonces se vuelve necesario recordar por qué se gobierna y para que se vive en comunidad. Es el momento de filosofar y volver a sus principios iniciales de sensatez y claridad para razonar. En efecto, el mundo está cambiando y no hay forma de detenerlo; sin embargo, recordemos que no es casualidad que muchos filósofos igualmente fueron políticos. Son quienes dedicaron su vida a pensar y, en algún momento sintieron la necesidad de transformar el mundo. Son aquellos gobernantes que unieron la filosofía y el poder para alcanzar la verdadera sabiduría que los impulsó a buscar el bien y servir al Estado, fueron capaces de caminar junto a la reflexión y la acción. Hacen falta gobernantes comprometidos con los valores de la filosofía, y aptos para decidir con prudencia. Ya lo decía Aristóteles el ser humano es un zoon politikon, pensar cómo vivir en comunidad y ejercer el poder, son dos caras de la misma naturaleza humana.