Indignación e impotencia de los colectivos tamaulipecos ante el asesinato de la activista de San Fernando Miriam Elizabeth Rodríguez Martínez quien fue victimada en su domicilio la noche del jueves. Por lo mismo se activaron organismo de derechos humanos y autoridades gubernamentales. En esta capital el gobernador Francisco García Cabeza de Vaca hizo público su repudio y por lo mismo la procuraduría tamaulipeca bajo el mando de Irving Barrios Mujica abrió la carpeta de investigación 220/2017 por el asesinato de una mujer valiente, que con recursos propios indago hasta dar con la fosa donde estaba su hija, hizo lo propio para detener a los presuntos responsables y obtener una sentencia de la justicia.
Y aunque pareciera que el crimen de la señora es uno más de los que se comenten en el territorio nacional, regional y local desde hace casi dos décadas, hay indicio de lo contrario. De entrada se espera para este viernes una reunión emergente del representante en México del alto comisionado de la Organización de las Naciones Unidas para los derechos humanos, Jan Jarab con el gobernador Francisco García Cabeza de Vaca, para abordar exclusivamente el caso de la señora Miriam.
Así como las demandas y quejas de otros colectivos, que hoy su reclamo no es sólo los restos de sus víctimas, sino la imposibilidad de transitar en las tareas de búsqueda de sus parientes desaparecidos.
Que han fallecido en una guerra fraticida que ellos no inventaron ni mucho menos invocaron. Por qué, cuál padre o madre le da una víbora a su hijo cuando este le pide un pedazo de pan?, dice el gran libro. Y que han vivido historias inhumanas en las décadas anteriores, porque los victimarios les impidieron dar cristiana sepultura a sus difuntos. Ante la indiferencia de una autoridad permisiva e indolente, que no supo ni siquiera reclamar por la muerte de su hermano.
Estamos ante un nuevo capítulo de la historia de terror por la que los tamaulipecos transitan desde hace casi dos décadas, cuando sus gobernantes, sus policías, sus jueces y autoridades le entregaron el “alma al diablo” y llevaron a sus gobernados a estadios de indefensión y de incivilidad.
No es fortuito que uno de los ex gobernadores contemporáneos de esta entidad este detenido y en proceso de extradición para ser juzgado en un país “extraño”, donde se ha propulsado la violencia en la franja fronteriza tamaulipeca y contradictoriamente se ha convertido en el juez supremo del universo.
Para dar seguimiento a las indagatorias de la muerte de doña Miriam Rodríguez, la luchadora incansable de San Fernando, las autoridades estatales dieron la cara como no lo hicieron los gobierno perversos del pasado y atajar que no se desvirtuara la información básica para el esclarecimiento de la activista. Pero sobre todo no enturbiar el móvil y el fondo del deplorable homicidio.
Doña Miriam es un incono ejemplar de nuestros tiempos, ella misma indago la muerte de su hija, identifico a los responsables, se convirtió en su defensora jurídica con ayuda de sus amigos y familiares. Solventó los vacíos del proceso, las lagunas de los juzgadores. Y dejo en la cárcel a los culpables de su infelicidad. Aunque el precio de su lucha fue su muerte.
Por eso viene a la memoria de este escribiente aquella frase de Carlos Marx que decía, el proletariado, los pobres, no tienen nada que perder en la lucha, sino las cadenas de su esclavitud.
En este nuevo capítulo de la historia de dolor de los tamaulipecos, predomina la muerte no de los poderosos ni los adinerados, ni de los sabios o religiosos mongigatos, sino de los que reclaman, gritan y exigen justicia.
Los colectivos tamaulipecos están de luto y con ellos también los ciudadanos bien nacidos, que han renunciado a abandonar sus orígenes, sus tradiciones, sus sitios su territorio.