El Gobierno del Estado puso de relieve ayer una realidad que aunque cale, hace evidente el abuso de las sucesivas generaciones del poder en Tamaulipas.

Son números alarmantes que exhiben que las viejas frases del “Todo se puede” y “No pasa nada” han sido la pauta recurrente en los excesos que sexenio tras sexenio se cometen.

Los números dan grima. Alrededor de 2,600 plazas laborales se congelaron laboralmente hablando, porque habían sido entregadas a choferes y servidumbre de ex Secretarios y altos ejecutivos de administraciones anteriores no sólo para otorgarles una certeza en un empleo, sino también una cómoda manera de ganar dinero sin trabajar.

Imposible oponerse a una limpieza en ese sentido. No es justo que miles de personas estén sin empleo mientras otras tantas se dedican cada quince días sólo a checar desde sus teléfonos celulares si sus cuentas han recibido una transferencia.

Es una medida profiláctica y sin duda positiva, pero en el fondo de la misma ojalá no se esconda otro factor, éste indeseable: el revanchismo.

De la misma manera que debe aplaudirse una depuración presupuestal, también debe condenarse que en aras de ese saneamiento se maquillen despidos injustificados de quienes a pesar de haber sido trabajadores responsables, leales y eficaces, ahora estén a la deriva junto con sus familias porque cometieron el “pecado” de haber prestado sus servicios a un gobierno priísta.

Son cientos de casos los que se incluyen en esas lamentables e indignantes circunstancias. Son casos de empleados que han dejado gran parte de sus años productivos aportando su esfuerzo al desarrollo de Tamaulipas y sin más han sido lanzados a la calle.

No sólo es injusto. Es indigno.

Estoy seguro que la limpieza en la nómina estatal es una medalla que debe satisfacer al Secretario de Administración, Jesús Nader. Pero en el caso de los ceses inmerecidos que rayan en lo inmoral, le haría una pregunta al empresario tampiqueño ahora metido a funcionario público:

¿Duerme bien, don Jesús?…

RECETA

Si alguna receta pudiera ser referente de las buenas cuentas que sigue dando a su comunidad el Ayuntamiento de Victoria, no tengo duda que sería la comunión de esfuerzos entre las autoridades municipales y la sociedad.

Una muestra de los resultados positivos que se pueden obtener de esa estrategia son las casi 130 calles que se están pavimentando en la capital tamaulipeca, una cifra que en proporción a su población, a su tamaño y a su presupuesto, es difícil que otro cabildo pueda alcanzar.

Me parece que con el trabajo del alcalde Oscar Almaraz y el apoyo que le han entregado los ciudadanos, se escribe una nueva forma de avanzar en estos lares, dejando atrás el papel de satélite del Gobierno del Estado, que históricamente desempeñaba la ciudad cueruda.

Queda claro que Victoria puede sola, pero con el respaldo, aunque suene repetitivo, de los propios victorenses.

PAN AMARGO

Apenas un par de meses atrás los panistas tamaulipecos estaban en fiesta permanente. Hoy no saben para dónde caminar, si deben quedarse quietos o lanzarse al vacío en pos de una aventura.

El motivo es que su jerarquía y quien la controla se la jugaron con todos los aspirantes a candidato presidencial. Coquetearon con Margarita Zavala, le dieron por su lado a Ricardo Anaya y bajo la mesa le

entregaron el alma a Rafael Moreno. Y resulta que se les acabaron las cartas, porque una se fue del Partido, otra está condenado al fracaso y la tercera no convence ni a su familia.

La que prometía ser alegre borrachera tiene ahora efectos de cruda. Y sin beber…

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