Y es que teniendo tantas ganas de ver al sol brillar, no me importó esperar un poco más; sé que el cielo hoy se encuentra gris, pero pronto se despejará y volveremos todos a sonreír con la misma fuerza, con las mismas ganas de vivir de ayer, y seguramente lo haremos con mayor consciencia del verdadero valor de vivir, viviremos, pues, con mayor confianza, porque no tendremos miedo de volver a convivir en armonía y sensatez, porque la esperanza y la fe en nuestro Señor, le dio motivos al sol, para restablecer la energía positiva a todo ser vivo de la madre tierra, para que su calidez reinara entre todos aquellos que empezaban a sentir el frío en su corazón, ante la desesperación y la tragedia.

Esperaré el nuevo día con paciencia, pero teniendo siempre la lámpara de la fe encendida, para que me encuentres despierto y veas la alegría reflejada en mi rostro al volver a verte, y para que sientas el gozo de mi corazón al sentir tan cerca tu divina y amada presencia.

Esperaré, y al tenerte frente a mí, le pediré antes al Espíritu Santo, haga florecer en mi voz tal elocuencia, que suenen mis palabras como cantos de alabanza, para agradecerte el haber tenido por nosotros la divina misericordia, que sólo puede venir de un Padre amoroso como tú.

Esperaré, más no lo haré callado, pues he de seguir llevando tu Palabra a todo aquél que la necesite y quiera escucharme, y con amor la reciba.

Que siga brillando para siempre la luz de tu amor, para que la oscuridad de la sombra de nuestros pecados, desaparezca para siempre.

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