Si aún no me has entendido o no me quieres entender, porque piensas que mi lenguaje es aún muy inmaduro, porque crees que la inocencia no es un rasgo de la inteligencia, permíteme sacarte de tu error: Desde antes del nacimiento mi sentido de la percepción sensorial cuenta con una sorprendente capacidad para descifrar, no sólo lo que ocurre en el interior del vientre materno, sino del exterior, de esta manera es como puedo percibir los diferentes estados de ánimo de mi madre y de las personas cercanas a ella; aunque se afirme, que la madurez de mis sentidos, ocurre después del nacimiento, la verdad, es que no podría sobrevivir si no tuviera desarrollado un sistema para mi protección in útero.
La anterior narrativa la escribí un día que pensé en hacer una novela sobre la comunicación entre padres e hijos desde etapas muy tempranas, pero que no me fue posible terminar porque surgieron inconvenientes que no vendría al caso comentar en estos momentos, ya que lo que en seguida quiero relatar, es el hecho de la certidumbre de que los niños poseen un sistema muy avanzado de comunicación, para darse a entender entre ellos y otras especies de seres vivos.
Pues bien, hace un par de días mientras me encontraba acostado en la cama tratando de conciliar el sueño, pensaba en mi nieta María José, y al evocar algunas de sus travesuras y actividades muy de ella, imaginé que le decía: Tu mirada pone en evidencia lo que pretendes, lo que estás haciendo o lo que piensas hacer, sabes perfectamente el efecto que provocas en aquellos que por amor a ti, están irremediablemente atrapados en esa fina red que con tanto cuidado has tejido en estos primeros seis años de vida, que por qué lo digo, porque te he estado observando con mucha atención; por cierto, mucho quieres decir con tu expresión facial, te delatan algunos gestos que acompañan a tus pensamiento, por ejemplo esos pequeños surcos en tu frente, la caída de tus párpados, el tratar de elevar tu nariz haciéndola parecer respingada , ese movimiento de tus elásticos labios, y qué decir de tu barbilla que se tensa, pienso que todas esas señales preceden al hecho del cómo desarrollarás una fantástica puesta en escena para representar tu papel, en la obra que se construyó en tu mente; por otra parte, tus delgados brazos simulan los movimientos de un gran director de orquesta, a nosotros, tus músicos, nos haces tocar magistralmente la melodía de tu agrado.
¡Oh, María de mis tormentos! ¿Qué nos quieres decir a todos los que te amamos? ¿Qué deseas que entiendan los más cercanos a la obra de tu vida? Yo ya he aprendido a comprender tu lenguaje y más aún, porque siendo médico, sé cómo se traducen tus preocupaciones y cómo éstas, al no encontrar una solución, van exigiéndole cada vez más esfuerzo a tu maravillosa mente y a tu hermoso cuerpo, para obtener las respuestas que deseas, que de no darse, seguirán reflejando en los mismos, los dolores que llevan por dentro.
Los niños, para nuestro asombro, tienen un don maravilloso, lo recibieron de Aquél cuyo poder no está en discusión: Hablan el lenguaje del amor.
“En esta sazón le presentaron unos niños para que pusiese sobre ellos sus manos y orase. Mas los discípulos creyendo que le importunaban, los reprimían. Jesús por el contrario, les dijo: Dejad en paz a los niños, y no les estorbéis de venir a mí; porque de los que son como ellos, es el reino de los cielos.” (Mt 19:13-14).
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