Son ejemplares aquellas mujeres que exigen equidad de género y oportunidades en su actividad profesional y en su trato como seres humanos, y que no se detienen a cuestionar sobre si se emplea el término “arquitecto” o “arquitecta”, sino que pugnan porque se les trate de a misma manera, con los mismos requisitos, exigencias, consideraciones y más.

Son ejemplares, esas damas que luchan por aprender el arte de la vida a través de ciertas actividades que de forma personal abordan, por su mística, su vocación, su determinación y su gusto, que, finalmente, es el que más debe considerarse, para que todos podamos desarrollar lo que más nos gusta, y además, nos paguen por hacerlo.

Son, inissto, admirables, esas mujeres que no critican a los varones, no aunque éstos se conviertan en entes abusivos o prepotentes, sino que exigen su sitio con actitud, preparación, carácter y una honestidad a todas luces.

Son tan honorables ellas como criticables aquellas que, ostentando cargos de representación popular abusan de sus influencias para clocar a sus “juniors” en puestos de gobierno federal o estatal, y que piensan que por ser mujeres debe tenérseles todo tipo de consideración, que son capaces de meterse en una fila antes que los varones “por ser mujer”, y que exigen equidad gritando e insultando a los del sexo masculino, como vemos en algunos noticiarios de corte nacional.

Y es que el término está demasiado devaluado, por algunos abusivos acomplejados que no tienen idea de lo que es el respeto hacia ellas y se conducen con un estúpido machismo mal orientado, y con actitudes que dejan poco a la consideración, siendo por consiguiente, un mal ejemplo para cualquiera que se precie de ser una persona honorable y honesta.

Pero aquellas damas que exigen, suponemos que no tienen el derecho a hacerlo si no están haciendo algo por merecer.

No se debe dar, por ejemplo, una cuota electoral a ellas por el simple hecho de ser mujer. No.

Suponemos que debe otorgarse ese derecho a las que tengan preparación para devengar un salario a través de un puesto o cargo, de una responsabilidad determinada que se lleva a la práctica y en bien de todos. No solamente de ellas.

Porque luego resulta que el feminismo mal orientado les lleva a ellas a ser críticas y marginales con los varones, a quienes minimizan, critican, sobajan y dejan al margen de todo.

No es por ahí la idea del feminismo, pues.

Ahora que vienen las campañas comienzan a moverse muchas personas y surgen las primeras voces de queja feminista.

No entendemos el hecho de quejarse por ser mujer. Suponemos que ha de ser tan orgulloso sentirse mujer como lo es el sentirse varón para muchos, y más aún, cuando se ejerce el rol determinado y propio con toda su plenitud. Nada hay de extraordinario cuando se muestra la capacidad de desarrollo sin distingo alguno.

Así pues, tenemos la idea de que deben ser respetadas y respetados, quitar esos complejos tan grandes de manejar equivocadamente el idioma español para “separar” el término “ciudadanos y ciudadanas” que en nada ayuda, y concentrarnos en hacer lo mejor de nosotros para los demás en el ámbito que nos toque desarrollar.

Hacer la función para la que fuimos capacitados y para la que hemos desarrollado esa vocación tan nuestra.

Y entonces sí, exigir nuestro lugar en el mundo. Dejar a un lado la separación sexista y las otras que también hacen tanto daño como son la preferencia a los familiares, a los compadres y que tanto daño han hecho al país, al estado y al municipio, y lo siguen haciendo, porque al parecer, quienes dirigen no han entendido que el México que tenemos es de y para todos, al igual que el Tamaulipas heroico, o el Victoria, nuestro querido municipio. No más marginaciones, por favor.

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