Comparto con mis estimados lectores una página del “Libro que nunca escribí” corresponde al capítulo denominado “Entre la sombra y la penumbra” A manera de introducción, les comento, que una sombra es una región de oscuridad donde la luz es obstaculizada y que, en el presente escrito, hago uso de la metáfora porque ésta posee un importante poder poético. Y bien, espero, no decepcionar a nadie con esta narrativa.

Mi sombra, siendo mía, me tiene desconfianza, lo sé, porque ha dejado de aparecer durante el día, y aparece cuando la luz se dispone a despedirse para darle entrada a la total oscuridad, aparece, incluso, desde esos momentos que suelen llamar penumbra, y después, resulta más evidente por las noches, cuando las sombras suelen parecer espectros y atemorizan.

No debería preocuparme el hecho de que mi sombra me abandone, pero, es mía y de nadie más, y yo la quiero conmigo. Me pregunto: ¿porque habría entonces de abandonarme?

Algo grave sin duda está pasando con mi luz, tal vez, sin percatarme, la ilusión por la vida, en mí se fue apagando, pero, eso, ¿a quién podría importarle?, si de todos es sabido, que, en este mundo, por naturaleza, cada quién cuida su propia luz, porque la luz, como la sombra, fue obsequiada a cada ser sin distinción por el Creador. Hay, sin embargo, quien vive de la luz de otros, por no haberse percatado de su propia luz, y el que no ha encontrado su propia luz, vive más en la penumbra.

Mi sombra me tiene desconfianza por ser un simple mortal sin importancia, y aunque mucho me he esmerado para que mi luz ilumine mis noches y mis días, esto no ha resultado ser suficiente, para generarme la alegría, de tener a mi sombra siempre feliz y complaciente.

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