Vaya revuelo el que se desató en el Congreso del Estado. El presidente de la Junta de Coordinación Política, Humberto Prieto Herrera, se vio envuelto en un escándalo mas que combina política, denuncias y ambiciones personales. El PAN presentó una denuncia formal por presuntos actos de corrupción, señalando la existencia de una “nómina secreta” en el Congreso, donde, según acusan, se habría beneficiado ilegalmente a la esposa del legislador morenista.
El tema, como era de esperarse, incendió el ambiente político. Y es que, más allá de lo legal, el caso ocurre en un contexto de alta tensión entre morenistas y panistas tamaulipecos, con Reynosa como epicentro de todas las batallas.
Prieto, en su defensa, como no es de quedarse callado, salió a rueda de prensa acompañado de la diputada Úrsula Salazar Mojica, aclarando que su esposa sí trabajó en la legislatura pasada, contratada por la entonces presidenta del Congreso, para el diseño y posicionamiento de la página institucional. El contrato, aseguró, fue legal, duró cinco meses y ascendió a 200 mil pesos.
Hasta ahí, la explicación parece técnica. Pero en política, las formas pesan tanto como los fondos. Y la realidad es que el golpe mediático ya estaba dado. Prieto reaccionó contraatacando con el anuncio de una denuncia ante la FGR contra el exgobernador Cabeza de Vaca por presunta omisión en el tráfico de huachicol fiscal, dejando claro que esta guerra seguirá.
Prieto no es un improvisado, el fue panista, hoy es morenista y desde hace un tiempo anda en busca de la alcaldía de Reynosa. Desde que asumió el liderazgo del Congreso, ha usado su posición como trinchera política, lanzando dardos contra sus excompañeros de partido y buscando consolidarse como el soldado fiel de Morena en Tamaulipas. Para sus críticos, es un camaleón político; para sus aliados, un operador audaz.
Pero detrás del ruido y el escándalo, este episodio refleja la vieja costumbre de usar los cargos públicos como plataforma personal. En lugar de fortalecer instituciones, se libran guerras por poder y se construyen historias de héroes y villanos según convenga al momento. Y mientras tanto, la ciudadanía, que es la que paga esos sueldos, sigue esperando que el Congreso se concentre en los trabajos legislativos
Si hay delito, que se sancione; si hay grilla, que se asuma, pero que se deje de usar la Casa del Pueblo para asuntos partidistas
¿No lo cree?
Que Dios los bendiga, gracias.
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