En una ocasión estando con el ánimo decaído me dirigí a un lugar solitario para meditar, después de algunos minutos de lograr una mente en blanco, me hice una pregunta: ¿Por qué me deprimo? Sin duda motivos tenía suficientes para responder, más pensando que me engañaría a mí mismo, trataría de buscar la manera de justificar mi tristeza y en ello, pasaba lo de siempre, no sentía ningún alivio, así es que decidí preguntarle mejor a Jesús, mi divino Maestro, y al invocar su nombre y expresar mi sentida necesidad, de pronto sentí en mi cuerpo mortal un estremecimiento, sentí que algo entraba en mi ser y con ello se establecía una comunicación extraordinaria, con apego a mi fe, me dije: ¿Acaso estoy experimentando un encuentro divino o solamente estoy percibiendo los pródromos de algún contagio viral? Porque si se tratara de lo primero, en realidad las múltiples formas de sentir que se está en comunión con el Espíritu Santo, no permite establecer una pauta que describa con exactitud la experiencia celestial, pero lo que me permitió llegar a donde yo quería, sin duda fue mi fe, pues necesitaba sentir la presencia de Dios en mi vida, para definir con claridad cuál era en ese momento el motivo de mi congoja, por eso, mentalmente repetí la pregunta: ¿Por qué me deprimo? Entonces la respuesta no se hizo esperar: Esperas demasiado de los demás, piensas que necesitas su aprobación en todo lo que haces y al no recibir la respuesta que deseas, te frustras y luego te deprimes, por eso te voy a dar un consejo: Deja de buscar lo que tienes de sobra. Al escuchar aquello respondí: ¿Lo que me sobra? ¿Y qué es lo que me sobra? Te sobra capacidad para dar y recibir de ti mismo todo lo que necesitas, afortunados son aquellos que logran escucharte y estar cerca de ti, afortunados los que reciben lo que das en abundancia y no tiene precio, afortunados los que tienen la capacidad de comprender que tienes un don que te hace diferente a los demás y que obsequias con suficiencia para sanar muchas almas, que sin saberlo están extraviando el camino. Tu tristeza suele ser la carga ajena que sueles llevar para que otros puedan seguir avanzando, para que otros puedan encontrar el camino, para que otros despierten del sueño profundo que les impide experimentar todo aquello que tu espíritu es capaz de sentir.
Bienaventurados los que se preguntan por qué están tristes, porque en la respuesta encontrarán el camino para tener más encuentros divinos conmigo.
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