Qué callado está el horizonte, qué silencioso el mar y el cielo, incluso, la tierra ha guardado silencio, a pesar del intenso ruido que sin sentido generamos los desesperados habitantes, que del paraíso fuimos desterrados.
Acostumbrarnos al silencio no es cosa fácil, aunque a decir verdad, por más que hablamos, somos muy dados a no escuchar a los demás, y por lo tanto, no entendemos lo que está pasando.
Hay silencios que dicen más que mil palabras; si estás cerca o estás lejos, todo resulta ser igual, la verdad surge de las voces que representan la dignidad del hombre, voces que ya no se escuchan más.
Hagamos todos silencio, para poder escuchar de dónde viene la advertencia, quédate quieto y no pierdas la paciencia, si hablas mucho, o si hablas poco, lo mismo no habrá diferencia, nadie podrá sacudir el polvo de tus pies, sólo el portador de la inconformidad manifiesta, sacúdelos pues, que nada podrá pasar en un mundo donde todo se hace al revés.
Qué dirá el viento cuando presuroso roza las copas de los árboles que quieren llegar al cielo, qué dirán las estrellas con su silente parpadeo, qué las olas del mar en su vaivén, después de tanto navegar; qué dirán las noches sin sueños, de los prolongados desvelos de tanto soñar en realizar los anhelos; qué dirán los pasos que se dan con los pies descalzos, qué el sereno cuando cae despacio en los días grises de invierno; qué dirá el vapor del aliento de los enamorados, que estando tan cerca no se pudieron besar; qué dirá el piadoso penitente, que con rosario en mano, pide por la salud del hermano que enfermo está de permanecer callado, ante el inclemente estado, de su presente y su pasado; qué sus rodillas, al hincarse en el reclinatorio, de aquél oratorio de la oscura catedral.
Qué digo yo, que calladamente deslizo la punta de la pluma en el papel, para que salga una veloz línea que se vuelve lenta hasta perderse en la oscuridad de la mente, regresando en forma inconsciente, al volverse una línea punteada difícil de interpretar por una mente privilegiada, que termina por convencerse que al final habrá un punto final.
Dicen que no pasa nada, que lo que pasa tiene que pasar, ya sea en la familia, en la sociedad entera, cuando se queda callada, para no ver la realidad.

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