El popular y añorado ¬¬–por qué no decirlo– desaparecido cantante Juan Gabriel, en una de sus famosas composiciones asentaba con alegría:

“Pero qué necesidad, para qué tanto problema…”

En medio de su aparente trivialidad, la melodía es un himno a una inveterada costumbre de los mexicanos, que es la de complicarnos la vida sin motivo, como decía el llamado divo de Juárez.

La frase hoy define con meridiana claridad una potencial y polémica decisión de los alcaldes que aspiran a ser reelectos, reflejada en la posibilidad legal de permanecer activos como primera autoridad de sus respectivas comunas, durante su campaña por el poder municipal.

Lo anterior se deriva de un fallo emitido por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, por el cual los diputados locales o presidentes municipales que busquen conservar su curul o silla edilicia, no estarán obligados a separarse de sus cargos para buscar nuevamente el voto. Como la autoridad judicial mencionada tiene alcance nacional, se ajusta a Tamaulipas.

El veredicto incluye salvedades para guardar el principio de equidad e imparcialidad en el proceso electoral y limitaciones en la promoción de imagen basada en acciones oficiales; especialmente en la aplicación de recursos públicos a efecto de no obtener una ventaja indebida, lo cual en la forma es inobjetable pero en el fondo está repleto de aristas y filos cortantes. ¿Por qué?

Porque es prácticamente imposible eludir la contaminación de este escenario. El sólo hecho de mantener las riendas de las alcaldías y por lo tanto el manejo de sus presupuestos, implica una desgastante especulación sobre si los ediles metieron o no las manos en el gasto doméstico para ganar simpatías en las urnas.

Podrían ser los personajes más impolutos, podrían ser ejemplos de transparencia y podrían jugar a ser íconos de la honestidad, pero el sólo hecho de estar cerca de la caja registradora y con facultades para decidir uso y destino del dinero público, los haría sospechosos de un manejo ventajoso en ese rubro.

Y surge la pregunta: ¿Cuál es la necesidad de caminar en el filo de la navaja?

En la percepción de su servidor, no la hay.

No descubro el hilo negro: Ninguna de esas autoridades que pide licencia se separa en realidad de sus funciones. En la práctica conserva en sus manos todos los hilos, incluyendo los de las tesorerías. No sólo eso, sino que ningún colaborador en su sano juicio le jugará las contras al jefe de comuna, porque pierda o gane, regresará a ocupar la silla principal del Cabildo para terminar su encomienda constitucional. Puede jugar sin el balón, pero sigue siendo el dueño de él.

Es posible y probable que pese a lo expuesto habrá algunos personajes, pocos o muchos, pocas o muchas, que buscarán la reelección sin dejar la oficina de sus amores, pero quienes así lo decidan deben pensar en dos escenarios.

En el mejor de los casos, el primero es que tal vez podrán conservar su puesto y tal vez verán realizado su sueño sexenal al sumar dos períodos.

Pero la segunda posibilidad es la que debería quitarles el sueño. Un error, una negligencia, un descuido o el desliz de un colaborador, pueden también llevarlos a los tribunales y enfrentar el riesgo de que un tribunal anule en la mesa lo que ganaron en las casillas. Y júrenlo, sobrará quien le busque tres pies al gato.

Y será entonces cuando se pregunten: ¿Qué necesidad había…?

RECONOCIMIENTO OBLIGADO

Siempre ha jugado un papel de “hermano incómodo”.

La Auditoría Superior de la Federación, por citar sólo el ejemplo mas cercano, fue para el ex presidente Enrique Peña Nieto un dolor de cabeza permanente. Mes tras mes y año tras año, Juan Manuel Portal Martínez exhibía los manejos oscuros federales que si bien en muchos casos se aclaraban, no dejaban de ser una piedra en el zapato.

Hoy la Auditoría hace honor a su historia y cumple nuevamente a cabalidad su responsabilidad, que es transparentar el gasto público. Bien por la institución y mejor aún por su titular, David Colmenares Páramo, que con sus acciones le hace mucho bien a la 4T sacando a la luz las necesarias correcciones a aplicarse en el manejo del gasto público. Merece sin duda un reconocimiento.

Ojalá lo entiendan así en las alturas…

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