Por todas aquellas cosas que quisimos realizar y no pudimos.
Por todos los deseos frustrados al no coincidir en tiempo y espacio.
Por los infructuosos intentos por cambiar aquello que no nos permite ser mejores.
Por la desconfianza de aquellos que quisimos ayudar y se resistieron.
Por la falta de voluntad para enfrentar conhumildad nuestra conciencia.
Por los sentimientos antagónicos que nos esclavizan y liberan.
Por rechazar nuestra realidad y vivir siempre de ilusiones.
Por la falta de fe para sanar nuestras heridas y así dejar de herir a los demás.
Por la ausencia de energía para combatir nuestro egoísmo.
Por lo que ensombrece nuestros días y nos impide reconocer el verdadero amor.
Por las agresiones a nuestros hermanos y a nuestro natural entorno.
Por la esperanza renovada en Cristo que nos ofrece la vida eterna.
Por usted, por mí, por nuestras familias, recordemos que en el corazón no hay invierno.

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