Sólo recuerdo el momento, más no el día, parecía un ángel, así lo imaginaron mi vista y mi mente creativa, no podía ser de otra manera, me dije, en un mundo donde es difícil saber cuándo se vive una realidad o cuándo una fantasía, ésto ocurre, cuando la necesidad nos hace crear mundos casi perfectos, o sea, a nuestra plena conveniencia, pensando tal vez, que con ello, se puede sanar lo que duele, pero no se siente en el cuerpo material, de ahí el hecho de que se busque por largo tiempo un remedio para ese sentir subjetivo y que parece terminar, cuando se encuentra frente a una realidad que te regresa al mismo punto de partida.
Sólo recuerdo el momento, y eso, porque del cielo descendió una delicada y fina pluma blanca, pensé por eso que se trataba de la presencia de un ángel, he ahí lo increíble, sumándose a ello una posible rápida partida, tan rápida, que no dejara ni una huella de su presencia, sólo una pluma, como comentaba anteriormente, en un espacio tan reducido donde no se permite tener un pensamiento dividido y en ocasiones inaceptable, y que por ello, se tiene que fingir por mantener la paz, que se piensa igual que la mayoría, simulando todos estar en plena armonía, idealizando que se tiene la libertad de sentir y de actuar como lo manda el origen de la personalidad, pero que está restringida para no infringir las normas de la comunidad, que se siente con poder para regir la vida de los demás.
Era una delicada y fina pluma blanca, que al deslizarse y sentirse acariciada por el viento, suavemente caía, disfrutando de aquel vuelo imaginario, que se daba en un entorno donde habitan los seres celestiales, ahí, en los sueños de las mentes creativas, y a la pregunta del por qué cayó en la palma de mi mano, y el por qué, si mi puño estaba cerrado en aquel momento, cuando existía la agonía por la partida de un ser amado, mi mano se abrió para dar cabida a tan fantástico elemento, para que quedara no solamente el recuerdo, sino como una prueba, tan frágil como la solidez de la fantasía que evocara en su momento.
Vivir sí, pero con los pies en la tierra, más nunca perder la esperanza y la confianza de saberse capaz y con poder suficiente, para tener la libertad de soñar, aunque los sueños, no le gusten a la gente que en apariencia vive en otra realidad, porque estando en el presente, se olvida de voltear hacia el pasado para reconocer en el origen de lo que aquí se ha narrado y que por ser una verdad, ahora se vive en una fantasía.
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