Don Manuel Montiel Govea quien falleció este 25 de diciembre, deja tras de si una huella muy significativa en la historia del poder y de la comunicación al desempeñarse como titular de Comunicación Social con dos gobernadores, el ingeniero Américo Villarreal Guerra y Tomás Yarrington Ruvalcaba, y supo como pocos en esa área del servicio público, dar los mejores resultados.
Dedicaba muchas horas a atender a los periodistas, y cuando nos recibía su pregunta era, “que se dice por ahí”, se refería a los trascendidos que no aparecían en la prensa; un recurso que le permitía tomar el pulso del acontecer diario con respecto al gobernador, y así definir su estrategia. La plática con la prensa la aprovechaba para reorientar los criterios en el mejor sentido y siempre tenía a la mano una evaluación del desempeño de cada uno de los compañeros que recibía.
El hecho de que acompañara al gobernador (ya sea Américo o Tomás), no le impidió atender a reporteros, columnistas, y directores de los medios. Supo equilibrar sus tiempos, las dos cosas fueron importantes para él.
La vocación de Don Manuel fue siempre el periodismo, profesión que inició en el periódico El Mundo de Tampico, donde, de jovencito llevaba la colaboración (no existían los avances tecnológicos y los escritos se tenían que llevar personalmente a la redacción) que escribía su papá, documento que leía varias veces antes de entregarlo. Hasta que un día lo invitaron a que escribiera periódicamente.
El director del “Mundo” de esos tiempos era Mauricio Bercún Beltri, y en algún momento lo envío a reforzar la plantilla de El Heraldo de San Luis Potosí. De esto hay constancia en el libro Los Caciques, cuyo autor es otro periodista, Carlos Loret de Mola. De tal manera que Manuel Montiel se forjó en las redacciones de los medios impresos, conoció el olor de la tinta y el ruido ensordecedor de los teclados de las máquinas mecánicas de esa época.
En un homenaje que le rindieron al señor Montiel, en una ciudad fronteriza, creo que fue Matamoros, el comentó ahí su baja escolaridad, la cual compensó de una manera autodidáctica, su capacidad esta fuera de toda duda, y lo confirma su desempeño en puestos importantes en el servicio público, como el haber sido agregado de Prensa en la embajada de México en Italia.
Quizá lo más importante del señor Montiel fue su don de gentes, su afabilidad, y marcó un hito en Comunicación Social, revaloró el papel de la prensa, a la que abrió un espacio en la agenda cotidiana del gobernador Américo Villarreal Guerra, algo que no era usual en esa época. Con don Manuel se registra un antes y un después en el manejo de esta área tan importante como enlace del Estado con los ciudadanos.
Desde aquí un abrazo hasta el cielo, al amigo y al maestro. Descanse en paz, don Manuel Montiel Govea.