Llegó como llegan los ángeles, volando en un suave desliz como una fina pluma blanca cayendo al vacío; podría asegurar que bajó del mismo cielo, mas no quiero mentirles, pero, para alguien como yo, eternamente enamorado de la vida, todo me parece celestial, mas creo sinceramente, que los ángeles también viven en la tierra, negarlo, sería como reconocer que el amor no existe y la vida sin amor no sería posible, al menos no para los que sabemos, que así como el cuerpo necesita de elementos esenciales como el aire, el agua, y de los nutrientes que le son proporcionados por el reino animal y vegetal, el espíritu no podría vivir sin el amor.

El ángel llegó como suelen llegar los ángeles, sin previo aviso, solamente se hacen presentes y se te quedan mirando de una manera que te es imposible dejar de mirarlos, y es que sus hermosos ojos son una real ventana que se abre para que tu espíritu se regocije al sentir la proximidad de la divinidad que reina en el universo, entonces, el corazón palpita de gozo y empiezas a sentir cómo tus pies se despegan del suelo y te mantienes suspendido en el aire, no hace falta que te expreses de manera habitual, porque cada una de tus células se encuentra extasiada por una armonía indescriptible que te pone en sintonía con todo lo que te rodea.

Sin entender cómo, empiezas a sentir una fuerza sublime de atracción y de ser un espacio tan largo que te separa que no se mide en distancia sino en tiempo, todo se va acercando sin tener consciencia, hasta sentir en tu cuerpo el toque del ángel, y despiertas de aquel éxtasis, de un largo sueño de ocho meses y te das cuenta que el ángel tiene nombre y tiene voz, cuando con una grande y maravillosa sonrisa te dice: Abuelo, soy José Manuel y te he tocado, ya no tienes miedo.

Los ángeles existen, nunca dudes de esa verdad, son seres de luz que iluminan la oscuridad de tus noches, son seres de amor que mantienen la esperanza y le dan un motivo a tu vida.

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