¿Qué está pasando en la Secretaría de Salud?
¿Qué pasa en la Secretaría de Educación?
Me refiero, obviamente, al entorno de Tamaulipas.
Las dos áreas no han dado en los últimos dos años, como asienta la jerga popular, “pie con bola”. Vamos, ni siquiera parece existir la bola.
Los dos titulares de esas dependencias, Gloria Molina Gamboa y Héctor Escobar Salazar respectivamente, se han convertido en permanentes “negros de la feria” en el andamiaje político y mediático del Estado. Nadie les cree, nadie confía en ellos y todos parecen muy dispuestos a aporrearlos.
El cuadro es insólito: Podrían anunciar el mayor beneficio de la década en los terrenos que manejan y la mayoría dudaría de su veracidad, en un claro reflejo de que han perdido la credibilidad social y me temo que también –y esto es lo más grave– la institucional.
Los dos, son un ejemplo doméstico de un estigma generado en el sexenio federal que agoniza: El “Síndrome Peña Nieto”.
El paralelismo es evidente.
El todavía Presidente de la República no es en realidad el villano al que todos satanizan. Pocos lo ven o lo quieren ver, pero en los hechos México ha logrado un desarrollo macroeconómico que en estos tiempos de crisis globalizada han hundido a economías que se presumían más sólidas, como es el caso de algunos países europeos. La calificación crediticia nacional lo dice todo.
En lo que se puede tocar y contar, hablan las autopistas, los hospitales, los programas de bienestar social y sobre todo, el empleo. Millones de ellos.
Pero nadie le cree. Puede el Presidente repetir verdades absolutas y en su boca sonarán a engaño. Huecas, falsas. Jamás supo luchar contra eso ni sus consejeros entendieron cómo hacerlo.
Toda proporción guardada, sucede lo mismo con Doña Gloria y con Héctor.
El no reconocer sus tropiezos y hacer gala de insensibilidad han provocado que antes de hablar ya los prejuzguen y rechacen sus afirmaciones, aunque existan, porque seguramente los hay, avances en sus respectivos ámbitos. Como dato curioso, los primeros en manifestar su desdén son los trabajadores que en teoría deberían ser sus defensores. Son en una paradoja, el enemigo en casa.
Resolver la encrucijada frente a ellos resulta complicado. ¿Tienen los méritos para mantenerlos en sus puestos en medio de la tormenta o deben ser reemplazados para apagar el volcán?
Me atrevo a formular una conjetura, nunca una sugerencia.
Se podría traer al Premio Nobel de cada área y eso no sería garantía de que hicieran un papel adecuado en una administración pública. ¿Por qué?
Porque el éxito en esas encomiendas radica en gran parte en la capacidad de comunicarse con sus colaboradores. Cuando las decisiones no se consensan y se definen líneas en el plano de la dictadura el futuro se escribe en forma anticipada: el proyecto o el programa tronará.
Como le sucedió a Enrique Peña Nieto, de la pareja mencionada ni una ni otro lo han entendido. Por lo menos hasta ahora.
Así las cosas, dos refranes parecen polarizar la solución a este problema. Elegir el adecuado es lo complejo. Va uno tras otro:
“Más vale malo por conocido que bueno por conocer…”
“Todo cambio, es para mejorar…”
¿Cuál sería el que debe aplicarse?
No debo responder. Como mencioné líneas arriba esto es una conjetura, no una sugerencia…
EL MERCADO QUE VIENE
La iniciativa de diputados federales de Acción Nacional para que el Presidente de la República rinda en los hechos un informe extra me parece una jalada. De cabellera, aclaro.
¡Qué ganas de perder el tiempo en la búsqueda de protagonismos!
Y eso de que el mandatario sea interrogado “con respeto” por los legisladores mueve a risa. Con la calidad moral, social y profesional de muchos de quienes se sientan en esas curules eso sería no una comparecencia, sino un mercado persa.
¿Qué se les ocurrirá después?…
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