En el ritmo de la Liturgia de la Iglesia Católica se celebra el segundo domingo de Adviento.
En el texto del Evangelio de este domingo Mt, 3, 1 – 12 se presenta la predicación dura de Juan el Bautista. Las primeras palabras de dicha predicación son una invitación a la conversión, porque el Reino de Dios está cerca. De hecho Jesucristo iniciará de la misma manera su predicación (Mt 4, 17), una vez que Juan haya sido encarcelado. Esta Buena Nueva atrae a muchos, lleva a mucha gente a hacerse bautizar por Juan después de confesar sus pecados.
Juan el Bautista al ver a los fariseos y a los saduceos, los reprueba: “Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con obras su conversión y no se hagan ilusiones pensando que tienen como padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham. Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego”.
Los creyentes actuales deben reflexionar estas palabras de Juan el Bautista. A las personas de su tiempo les dice que no les sirve el bautismo si siguen actuando como antes. Y esas mismas palabras a los creyentes actuales también les dice, que de nada sirven cumplir ciertas normas si el modo de actuar sigue siendo igual. Y actuar de manera distinta es aprender a cumplir el mandamiento de Jesucristo que se centra en el amor al prójimo.
Y es importante que se tenga en cuenta: Dios ama a todos, por eso envió a su Hijo hecho hombre a salvar a la humanidad.
Lo más importante no es la amenaza del fuego eterno, sino la invitación a la conversión, a dar frutos buenos, porque el Reino de Dios está cerca.
El tiempo de Adviento es una llamada a reavivar la esperanza en medio de un mundo que no invita a ella. Y que nunca lo ha hecho. Las esperanzas del mundo son huidizas, de pocos vuelos, se acaban rápidamente y defraudan. Y como no hay esperanza, a veces, sencillamente se va viviendo sin nada que lleve más allá. Esclavos del tiempo presente.
El tiempo de Adviento dice que hemos de vivir con la esperanza cierta de que es Dios quien hará que la vida humana sea plena de felicidad y de paz para todos. El protagonista es Dios. Es Dios quien llena la vida con su amor manifestado en su perdón, y hará que todos vivan como hermanos. La esperanza está puesta en Dios. Por eso el Adviento invita a cambiar lo que sea de la vida para hacer posible esta obra salvadora de Dios. Es en este sentido que el tiempo de Adviento invita a la conversión por el camino de la esperanza. Ojalá que no se le pongan obstáculos.
Para todos, deseo que cada uno de ustedes escuche la invitación de Dios para vivir mejor el amor al prójimo, de manera particular en cada familia.