Dentro de los aprendizajes que nos está dejando la pandemia es de destacar el conjunto de cambios que habremos tener en nuestros hábitos, pero no solamente para atender con mayor eficacia las medidas preventivas recomendadas por las autoridades sanitarias, para evitar los contagios, las complicaciones y las defunciones, sino en todos los ámbitos de nuestra vida. De pronto hemos constatado, cómo la sociedad misma, trata de adaptarse a lo que será la nueva normalidad, creando sus propias estrategias para mantener un grado de participación activa, efectiva y equitativa entre los miembros de la familia, dentro y fuera del entorno familiar. En lo que a mí respecta, me di a la tarea de generar un ambiente saludable físico, mental y espiritual al interior, y aunque se antoja fácil porque se trata sólo de llevarla bien con mi esposa, que es la que comparte conmigo el proceso de confinamiento, créanme que tiene su dificultad, pues el hecho que esté las veinticuatro horas con ella, le resultaba desesperante, por lo que a las primeras chispas por los roces involuntarios, generados por la distribución de los tiempos y las labores dentro del hogar, la verdad, preferí llevarme la fiesta en paz, pues comprobé que no estaba en mi territorio, acepté con dignidad que el hogar es un espacio donde predomina el liderazgo de las mujeres y que, quien en realidad tenía que adaptarse era yo, y no estar proponiendo iniciativas de reformas a la normatividad que desde hace muchos años se constituyó en nuestra casa; por eso, dócil como soy y obediente como una mascota canina, me acerqué bonachón a mi mujercita y le solicité audiencia para que me permitiera opinar sobre algunos cambios estratégicos que pudieran hacernos más fácil la vida intrafamiliar; ella dulce y tierna como es , me dejó hablar lo suficiente, hasta para parecerle un intruso, después me dio a entender, que era bienvenida cualquier forma de ayudar, respetando el postulado que involucra los delicados principios de no estorbar, no criticar, no quejarse, permanecer calladito, no hacer bromas simulando el humorismo blanco de Capulina, porque todo podría ser utilizado en mi contra. Desde luego que me quedó muy claro, quién iba a dirigir la orquesta, lo que le agradecí sobremanera, porque ¿quién no desea que su mujercita sea transparente como el agua y diga las cosas como son? por lo que hice mío su proyecto de bienestar sin chistar.

Bueno, tampoco vayan a creer que soy un cobarde, un agachado o un mandilón, no, no se equivoquen conmigo, lo que pasa, es que soy un convencido del respeto a los derechos universales y en este caso de las mujeres, soy amante de la paz y la armonía, ¡ah!, eso sí, cuando algo no me gusta o me parece injusto, con respeto, pero con firmeza, defiendo mis derechos, qué es eso de que me diga que no barro bien, que la ropa me queda percudida, que la cama me queda mal tendida, que no saco la basura temprano, hoy de plano hice huelga y no moví un dedo para ayudarla en la cocina; pero ella muy en el fondo es justa, reconoció mi valía doméstica, y me permitió seguir ayudándola, de hecho, me autorizó a elaborar un manual para promover el trabajo doméstico entre los verdaderos hombres de hogar.

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