No sé qué es más preocupante:
La iniciativa del Congreso del Estado que llamó oficialmente a los ayuntamientos de Tamaulipas a endeudarse, o la actitud omisa de quienes presiden estos órdenes de gobierno.
Preciso el tema: La semana pasada, ese exhorto oficial de los diputados representantes de los partidos que controlan la actual Legislatura estatal -Morena y asociados- pasó prácticamente sin pena ni gloria. Los inquilinos de las curules locales no ahondaron en el mismo ni los jefes de comuna expusieron su opinión en ese sentido.
Confieso que dejé pasar intencionalmente unos días para conocer las posibles reacciones de las autoridades municipales al llamado del Congreso Local, para que éstas busquen esquemas de financiamiento -préstamos en lenguaje coloquial- a fin, argumentaron los diputados, de que amplíen la obra pública en sus respectivas geografías.
Una tímida nota en Tampico, no de la alcaldesa, fue lo único que encontré, a reserva de que otra manifestación de ese tipo me haya pasado, como dicen en el argot beisbolero, “por bola boba”.
En este escenario, si me permiten, dejaré suelto a mi gato para retozar.
La verdad, no entiendo a los legisladores promoventes de esa aparente barbaridad. Los municipios en una abrumadora mayoría suelen andar en materia de finanzas públicas con el “Jesús en la boca”. Con cuatro o cinco excepciones de los 43 cabildos, en muchos casos, con meses de atraso en pagos a proveedores, imposibilitados por sus precarios presupuestos de adquirir o por lo menos reparar su equipamiento de servicios públicos y en casos extremos ni siquiera les alcanza para pagar salarios y aguinaldos. Son sólo botones de muestra.
¿Cómo se les puede exhortar a que comprometan las participaciones para hacer obra pública?… ¿Se dan cuenta de que al adelantar esos ingresos esas administraciones tendrían que sacrificar rubros básicos tan o más importantes que hacer obras?… ¿A qué dramas los condenarían?
No cantan mal los presidentes -y presidentas como ahora se estila decir- en lo que se refiere al desinterés sobre el impacto atroz que resentiría en las finanzas municipales.
Ni una pregunta ni un pronunciamiento ni una opinión sobre la medida que las fracciones en el poder del Congreso les tratan de endosar.
Van más preguntas, ahora a ellas y ellos:
¿Tan poco les interesan sus municipios que no se atreven a decir que si no tienen para bachear calles o reparar un camión recolector de basura, mucho menos para contraer deudas o pedir “por adela” recursos programados para otros renglones?
Me queda claro: Con esa apatía de los ediles lo más probable es que muchos de esos personajes recurrirían, si atienden las sugerencias legislativas a una vieja e indeseable frase: “El que venga atrás que pague”.
UN SÍNDROME VICTORENSE
Cierro con un comentario sobre un aspecto cotidiano de Victoria sobre la actitud de los conductores de vehículos. Antiguos o nuevos, flamantes o apenas en condiciones, es igual.
Me refiero al que su servidor llama el “Síndrome del rebase”. Seguramente le ha sucedido. El auto que viene atrás acelera a fondo para rebasarlo ¡para dar vuelta en la esquina siguiente!…o el que pasa como una flecha a un lado para volverlo a encontrar un semáforo o dos más adelante.
Tranquilos conciudadanos. Estamos en Victoria, con vialidades que apenas pueden contener el infierno del tráfico capitalino, que en proporción a su tamaño tiene tantos vehículos como Monterrey, por citar un ejemplo.
Bueno, cada quien su vida…
X: @LABERINTOS_HOY