No tengo duda alguna.
El Presidente Andrés Manuel López Obrador sabe lo que dice cuando rechaza la posibilidad de un debate con el ex mandatario Felipe Calderón Hinojosa.
El potencial escenario de ese improbable “frente a frente” nació, como lo atestiguaron quienes siguen las conferencias mañaneras de prensa del actual Ejecutivo federal, de las implicaciones que el primero hizo públicas sobre la relación en apariencia sospechosa de Calderón con empresas proveedoras del Gobierno de la República, durante el sexenio del ahora ex panista.
No sólo eludió López Obrador la confrontación dialéctica, sino que hizo algo a lo que no estamos acostumbrados a escuchar de sus labios: Ofreció una disculpa al michoacano.
¿Por qué sostener que el Presidente sabe lo que dice en ese contexto?
A manera de respuesta, si me permite referiré un pasaje de la política nacional sucedido en Tamaulipas.
Corría el año de 1997 o 1998 –la memoria no me es tan fiel como deseo– y la suerte quiso que coincidieran en nuestro Estado pero en municipios diferentes, los respectivos dirigentes nacionales en ese tiempo del Partido Acción Nacional y del Partido de la Revolución Democrática.
Adivinó: el primero era precisamente Felipe Calderón y el del PRD era Andrés Manuel.
El marco fue una entrevista trasmitida por radio en donde el invitado era el ahora Presidente, en ese momento líder del sol azteca, en la cual el conductor recibió en el curso de la plática con López Obrador una llamada de Calderón, que también visitaba esta patria chica en su calidad de pastor azul. Lamentablemente no recuerdo en cuáles ciudades estaba cada uno, pero en Victoria la emisora era la Organización Radiofónica Tamaulipeca.
Andrés Manuel recibió de buen talante el telefonema de Felipe y se congratuló de que otro dirigente de oposición –el PRI era amo y señor de México– coincidiera con él en Tamaulipas. Conciliador, de entrada le invitó a sumar fuerzas para combatir al tricolor, que era un objetivo común en los dos.
La contestación de Calderón no fue ni siquiera seca. Fue despiadada.
El sucesor de Fox se fue a la yugular del tabasqueño. Descalificó todas sus propuestas, llamó a los perredistas algo así como rescoldos del priísmo y le espetó que jamás aceptaría unir al PAN con el PRD, ni siquiera para sacar al tricolor del poder. Ni siquiera imaginaba que eso pasaría años después.
López Obrador no esperaba la feroz acometida y no alcanzaba a armar una frase completa porque Felipe lo atacaba con saña y sin tregua. Lo poco que alcanzaba a responder el primero al entonces líder panista éste lo rebatía de manera rayana en la humillación, por lo cual el conductor se vio forzado a darle las gracias y lo despidió de la trasmisión.
Ese mal recuerdo debe todavía atormentar a Andrés Manuel. Fue una pesadilla de diez minutos que marcó a fuego su distanciamiento con quien para colmo, le ganó de manera oscura la elección presidencial del 2006.
Como se ve, López Obrador sabe cómo sería Calderón en el debate. Y no quiere correr riesgos.
¿Por qué pensar en riesgos?
Por una razón sencilla pero demoledora: Calderón está en la inmejorable posición de quien no tiene nada que perder pero sí mucho que ganar, si le dejan un micrófono en cadena nacional. Exactamente igual a lo que aprovechó Andrés Manuel durante muchos años.
Sí, el Presidente sabe lo que dice…

PRESENTE Y FUTURO
Se comprueba una vez más: el PRI está apostando todo a las diputaciones plurinominales en la cercana renovación del Congreso Local.
Las ausencias de nombres históricos en los pre registros de candidatos a una curul local anticipan el futuro: los paladines del tricolor en la siguiente edición de la gubernatura saldrán de la polémica representación proporcional.
Salvo Alejandro Etienne, que aseguraría un puesto desde ahora, si gana su distrito. Vivir para ver…

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