Empezaré esta colaboración, si me permite, con una vieja anécdota que al paso de los años se ha convertido en una especie de leyenda urbana dentro de la política mexicana.

Sea cierto lo que asienta o no lo sea, lo que importa es que ese pasaje recupera en el presente una singular vigencia, cuando los mexicanos nos preparamos a vivir otra batalla cívica en la elección presidencial del año entrante.

Ficticio o real, va el relato:

En la década de los treinta del siglo anterior, en el gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas, sucesor de Manuel Avila Camacho y tras la expulsión del país el 10 de abril de 1936 a manos de “El Tata”, del ex mandatario Plutarco Elías Calles, quien se aferraba al poder en una etapa llamada “el maximato”, en la intimidad de una reunión de colaboradores y amigos muy cercanos, alguien le preguntó al michoacano el motivo de sacar de México a Elías Calles.

“Si te molestaba su intromisión hubiera bastado con aislarlo, nadie se hubiera atrevido a reclamarle al Presidente”, le comentó uno de los presentes, de acuerdo a una de las tantas versiones sobre esos momentos.

Palabras más, palabras menos, la respuesta quedó para la historia:

“Sí era molesto, pero no fue por eso que lo mandé fuera del país. Lo que no le perdono a Plutarco es que me eligiera como su sucesor porque estaba seguro que yo era el más sumiso, el más manejable y el más pen…”

¿Por qué revivir esa aparente anécdota o lección real de política?

Por lo que sucede actualmente en el entorno del partido MORENA.

La mayoría de los ciudadanos tenemos la percepción de que la candidata presidencial del Movimiento de Regeneración Nacional, Claudia Sheinbaum, es la más obediente a la línea marcada desde Palacio Nacional. Todos o la mayoría piensa que la ex Jefa de Gobierno en la CDMX, en caso de ser electa Presidenta, no cambiará ni un ápice el curso de lo que en esas parcelas llaman la Cuarta Transformación.

Tan arraigado está ese perfil en el imaginario colectivo que esa supuesta obediencia para muchos ya se convirtió desde ahora en total rendición, dada la aparente conformidad absoluta de la doctora Sheinbaum ante el revés que le propinaron en la definición de las candidaturas a gobernador, inclusive en su propia parcela, la Ciudad de México.

En un vistazo superficial, lo anterior parece una realidad sin cortapisas.

Sin embargo, la historia no es una anécdota, como lo que relato en el principio de este espacio, sino un compendio de experiencias que nunca se deben olvidar porque –ha sucedido y sucederá– en muchas ocasiones se repiten.

Así las cosas, para muchos mexicanos y también para el actual gobierno federal, es necesario recuperar ese presunto pasaje de Lázaro Cárdenas y montarlo en el presente. Es necesario, porque la lección que se esconde detrás de esa leyenda política y de aquella percepción cardenista, es una sola:

El poder no se comparte.

Démosle tiempo al tiempo…

¿CASTIGO A LOS PADRES DE FAMILIA?

No es cualquier cosa formar a un hijo. Cuando son varios es aún más complicado, como cualquier padre o madre responsables lo saben.

Viene al caso lo anterior por lo anunciado ayer por el gobernador Américo Villarreal sobre la autoría de menores en las amenazas de bomba en una secundaria y en el Centro Cultural Tamaulipas, de acuerdo a las investigaciones policíacas.

Lo cierto es que en el presente no bastan los cuidados de los progenitores ni la instrucción escolar para hacer hombres y mujeres de bien. Si como dicen se podría sancionar a los padres por la mala conducta de sus hijos, no me parece un acto de justicia sino sólo de castigo.

Multar a los padres o tutores no sería un remedio total para reducir la incidencia delictiva. La solución va más allá, porque el libertino mundo digital en el que hoy viven nuestros niños y adolescentes rebasa en mucho el cuidado familiar.

Educar a los menores no es sólo tarea del hogar. El gobierno también tiene una responsabilidad en regular el entorno informativo de los primeros y debe asumirla.

Este mundo nos toca a todos. Y todos juntos debemos enfrentarlo…

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