La Palabra de Dios tomada de la Biblia para la misa dominical presenta una realidad que tal vez cueste un poco entenderla porque hoy se ve a las viudas de manera diferente a como se les veía antes.

En la antigüedad en muchos países cuando la mujer enviudaba a menudo se enfrentaban con la denegación de sus derechos de herencia y a la tierra, degradante rituales de sepultura y duelo con riesgo de vida y otras formas de abuso.

Con frecuencia, muchos integrantes de su propia familia desalojaban a las viudas de sus hogares y abusan de ellas físicamente (algunas hasta las asesinan). En gran cantidad de países, la condición social de la mujer está inextricablemente vinculada a la de su esposo, de modo que cuando él muere, la mujer ya no tiene lugar en la sociedad.

Para volver a lograr condición social, se espera que las viudas se casen con uno de los parientes de su esposo, a veces contra su voluntad. Para muchas, la pérdida de un esposo es sólo el primer hecho traumático de una terrible experiencia a largo plazo.

La insignificante vida de la viuda de Sarepta, que aparece en el primera lectura, primer libro de los Reyes 17:10-16, que arriesga el todo por el todo, pone en entredicho la apuesta de Ajab por el dios Baal.

De igual manera, el Evangelio, Mc. 12:38-44. El ejemplo de una viuda pobre pone en ridículo las estructuras religiosas y la falsa piedad, no sólo de los escribas, sino de los ricos:

Las dos monedas que la viuda depositó en las alcancías del templo son un paralelo perfecto con el puñado de harina de la viuda de Sarepta. Ambas son extremadamente pobres, pero no escatiman lo poco que tienen para ser solidarias con los otros.

“Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobra; pero ésta, en su pobreza, ha echado lo que tenía para vivir”. Su pobreza se convierte en un testimonio de fe verdadera, su confianza en el Dios de Israel les permite entregar con desapego y libertad lo que tenían para vivir.

Se puede orar con palabras del Salmo 145: “El Señor siempre es fiel a su palabra. Y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo.

Que el buen Padre Dios permanezca siempre con ustedes.