No es costumbre de su servidor abordar temas de corte nacional, porque soy un convencido de que el único valor que tiene una opinión de este modesto tamaulipeco en ese terreno, es el de un desahogo personal.

Sin embargo, no resistí la tentación en este caso.

Si me permite, plasmaré en este espacio un intento de reflexión sobre lo que sucede ahora en esa aberración política bautizada como Frente Ciudadano y sus devaneos en torno a quién será su candidato a la Presidencia de México.

Todos lo saben, el dirigente de Acción Nacional, Ricardo Anaya, gracias a la involuntaria ayuda de Margarita Zavala, ha tomado por asalto a esa alianza con cimientos de barro y se enfila según sus cálculos alegres a ser el ungido para buscar en 2018 la silla principal en Los Pinos.

¿Ha escuchado usted bien al señor Anaya?… ¿Ha seguido con regularidad sus mensajes?

Es prácticamente lo mismo que Andrés Manuel López Obrador. No en las fantasiosas promesas que éste realiza sobre una Utopía azteca, sino en su enfermiza obsesión de desprestigiar a sus adversarios como único argumento para tapar sus propios errores y sus lagunarias oscuridades en su fortuna personal, sospechosamente amasada en unos cuantos años.

Todo está mal a su alrededor, si no tienen el color azul teñido hasta en su ropa interior, todos son corruptos, todos son ineficientes, todos son holgazanes, todos son ladrones. Demonios, según su visión sólo ser panista otorga una franquicia de honestidad.

Lo mismo que el tabasqueño. Con puntos, acentos y comas.

En este escenario, ayer escuché a un gobernador perredista, Graco Ramírez, opinar que el candidato de ese Frente debe ser Miguel Mancera, jefe de gobierno de la Ciudad de México.

No conozco personalmente a don Miguel, pero me queda claro que después de las necedades de Marcelo Ebrard en el antes Distrito Federal, sólo la disposición al diálogo, el apego a la conciliación y la concepción de la política como puente y no como división mostrados por Mancera, logró que la capital mexicana y el gobierno federal caminaran no como socios, pero sí como buenos vecinos, casi de la mano.

Así que la pregunta que deben formularse los seguidores de ese grupo es qué prefieren: ¿Las pataletas y berrinches del niño Ricardo con un país fracturado hasta en el último de sus huesos o la posibilidad de un gobierno que realmente tire a la basura lo podrido pero que también conserve lo productivo y eficiente?

Lo admito, no soy partidario de ninguno de los dos, pero en el terreno del sentido común me parece que México correrá un severo riesgo tanto con López Obrador como con Anaya. A final de cuentas, don Ricardo lo que en realidad es en sus ideas se resume en dos palabras:

Un ‘Peje güerito’…

¿OPTIMISMO O…?

Por favor, que alguien hable con el flamante Presidente del Tribunal Electoral de Tamaulipas, René Osiris Sánchez.

No sé si es un ingenuo, un romántico, un optimista a ultranza o –esto sí me preocuparía– un ignorante del escenario que se viene encima en el 2018.

Ayer, el número uno de ese cuerpo colegiado dictó una sentencia anticipada sobre el clima electoral en ese año y adelantó que “no espera que haya mucho trabajo para el tribunal” en ese proceso.

Bueno, admiro su visión color de rosa, pero quita el sueño pensar que ese grupo de juzgadores no tiene al parecer idea de lo que tirios y troyanos, propios y extraños, pronostican en el Estado como las elecciones más polémicas y por lo tanto más judicializadas en la historia estatal cercana, por su vinculación por primera vez con la sucesión presidencial.

Celebro su confianza don René, pero habría que ver en cuánta medida se podría celebrar su conocimiento sobre la tormenta política que se le viene encima a Tamaulipas… 

@LABERINTOS_HOY