Tenía días de que mis nietos María y José no interactuaban conmigo, María ha estado inmersa en el juegos que implican la construcción y utiliza diversas figuras de material de fomi y en otras ocasiones arena de colores, también le agrada estar atendiendo a nuestra mascota, una perrita chihuahua que nos heredó su mamá cuando aún vivía con nosotros.
Hace un par de meses, solía salir a esperarme cuando llegaba del trabajo y lo primero que me preguntaba era: ¿Abuelo quién es tu nieta consentida? Y yo bromeando le decía el nombre de mis otras nietas, hasta que simulaba estar molesta, pero pícara como es, cerraba su ojo izquierdo en señal de juego y me decía: ¿Verdad que no quieres que escuche José? Aunque yo sé que de tus nietos hombres él es el consentido, después me acompañaba a la mesa y me platicaba cómo había sido su día. En cambio José, permanecía dormido desde que llegaba y cuando por fin despertaba lo primero que me decía era: Abuelo vamos a comprar conchas. Este recurrente juego entre los tres desapareció hace un mes, imaginé que por estar creciendo y tener más actividades en el preescolar, sus intereses habían cambiado, por lo que al llegar, ahora sólo los saludaba; curiosamente ayer, al despertar José, se empeñó en que lo llevara a comprar pan, pensando que era un capricho pasajero, lo distraje con otras cosas, pero el niño volvía a pedirme que lo llevara a comprar conchas; normalmente, cuando llega su madre del trabajo los recoge para llevarlos a su hogar, pero José se negó a ir con su progenitora y llorando la convenció para quedarse y poder cumplir su deseo, así es que lo llevé a la panadería de una tienda de autoservicio y cuando estuvo frente a los estantes del pan, me miró extrañamente, se veía titubeante, y le dije toma el pan que querías y vámonos, pero el niño se paseó por los estantes sin tomar ninguno; entonces le dije toma la concha y vámonos, pero el niño seguía retrasando el momento, cuando me desesperé, le dije a su abuela espéralo tú, mientras yo voy por otros artículos; al verme marchar José tomó el primer pan que estaba a su alcance y me grita abuelo ya tengo un pan, me regresé y vi que no era su pan preferido, había tomado un cochinito, lo puso en la bandeja y lo llevé a embolsar, pero pidió llevárselo en la mano y sólo le dio un mordida al pan y me pidió lo guardara, hasta entonces me percaté que el niño quería recuperar el tiempo que nos habíamos tratado con cierta indiferencia. Y todavía hay personas que piensan que los niños son inmaduros, que todo se les olvida con el paso del tiempo, que incluso, dejan de amar con la misma intensidad con las que nos amaron de pequeños. Desde ayer todo volvió a la normalidad, mis nietos y yo seguimos siendo tan unidos como siempre lo hemos sido.

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