Tristemente, los seres humanos entendemos muchas cosas cuando carecemos de la facilidad para utilizarlas o cuando ya se han acabado. Hoy en día, añoramos aquellas administraciones municipales que al menos escuchaban y un poco hacían obras, contra lo que vive Victoria todos los días.
Y aplica para todo lo que nos rodea.
Uno de los grandes reclamos que hacían al columnista en casa y los consultorios se refería al consumo del agua: “debes tomar al menos dos litros diarios”, me decían, y nada que había agua: únicamente el refrigerador guardaba refrescos de cola por montones.
Hoy en día, sujeto a procedimientos especiales para subsistir relacionados con el funcionamiento de los riñones, el columnista muere por un trago de agua; no imagina el lector los gestos que surgen cuando se tiene la oportunidad e dar un trago -¡UN TRAGO!- a una botella de pet que contenga el vital líquido.
De igual forma, con los años nos vamos haciendo viejos con lo que ello implica, y uno de los sentidos que más se afecta es la visión, sobre todo en condiciones de enfermedades crónico-degenerativas que nos llevan prácticamente a la nula forma de ver lo que nos rodea.
También surgen esos enormes sentimientos especiales por poder ver a largo alcance claro y nítido, contrastado y bien.
Como que somos un poco -mucho- tercos, y como que no entendemos hasta que perdemos lo que teníamos.
En ese sentido, reclamamos algunos servicios públicos que antes nos eran otorgados en forma medida, y que hoy surgen períodos de tiempo en que no llegan, como es el caso de la recolección de desperdicios: los camiones de la basura que, seguramente han de sentir el intenso trabajo que tienen cotidianamente y que sus refacciones no costarán un peso o dos, sino cantidades importantes que de alguna parte deben surgir.
Pero no entendemos que la ciudad es de todos y no únicamente el frente de casa.
Pasa el camión en días terciados, y al haber apenas recolectado las muchas bolsas de basura que dejamos todos los vecinos, no falta quien llegue con una nueva y la saque a destiempo, en días que no hay recolección y horarios que nada tienen que ver con la programación.
Antes, pasaba con la música y la “campanita de Almaraz”; hoy pasa desapercibido y nos obliga a sacar la basura siempre en forma prematura, lo que propicia que animales callejeros y uno que otro conciudadano vayan y le den una repasada.
Todo fuera como buscar qué sirve o nos podemos llevar, sino que provocan que las bolsas se rasguen, porque obviamente los animales las rompen, haciendo que todo cuanto desperdicio llevamos esté desperdigado por la calle y provoque que haya otro tipo de animales, convirtiendo el sitio en foco de infección.
Necesitamos poner orden en se sentido los ciudadanos, porque ni modo que el Ayuntamiento ponga a un inspector en cada punto de recolección; si de por sí no trabajan adecuadamente, habrá que imaginarlos de inspectores de limpia.
Pero podríamos quitarnos el miedo a discutir con los vecinos y de buena forma explicarles que nos afecta a todos, y que hay ocasiones en que por alguna circunstancia especial no pasa la recolección y entonces son un mundo de desperdicios los que se riegan, y cuando llueve, tapan drenajes y coladeras, provocando inundaciones y otro tipo de problemas que, insistimos, sufrimos los ciudadanos, porque la autoridad no sufre estas cosas mientras haya música.
Como que ya es hora de que todos pongamos la parte que nos toca y dejemos el egoísmo a un lado, porque, finalmente, los beneficios son para todos nosotros y no para la autoridad, aunque también logra sacar partido. Entonces, hagamos conciencia y provoquemos una ciudad más ordenada, más limpia, y sobre todo, más digna de cada uno de nosotros.

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