En la vida y en el tiempo, en el largo camino del buscar respuestas, el niño confundido y reprimido, a pesar de todo, se sentía confiado, porque, bien sabía que no estaba del todo abandonado, pues tenía como fiel amigo al que siempre ha caminado a su lado, al que habla a través de la luz o del sonido, al que se le puede ver en el movimiento acompasado de una hoja, o del de las doradas espigas del fértil trigo sembrado en el infinito campo del universo, al que se manifiesta en un botón de rosa que parce estar dormido, dándole al divino tacto, el esplendor de la más prodigiosa rosa de color amarillo al que brilla en la oscuridad más absoluta de nuestros desconsuelos, al que da calor al más sutil contacto con todos aquellos que padecen frío, al que impregna el ambiente con olor de azahares, haciéndonos viajar en el tiempo de esperanza y paz, al que repasa las lecciones de vida cuando de tanto caminar, el cuerpo se rinde a la fatiga, para quedar a la par, tendido como planta anhelante de beber del agua viva, que busca que sus raíces se arraiguen con firmeza a la madre tierra.
En la vida y en el tiempo, en el largo camino del buscar respuestas, el adolecente, contrario a lo esperado, acalla sus reniegos, desconciertos y deseos, y empieza a comprender que su titubeante caminar de desconsuelos no lo lleva a ninguna parte, y a pesar de su derroche de energía, igual que el niño, su cuerpo embarnecido cae rendido por el peso de la fatiga, y como arbusto anhelante de beber del agua viva, busca que sus raíces se arraiguen a la madre tierra.
En la vida y en el tiempo, en el lago camino de buscar respuestas, el joven lleno de ilusiones ha dejado de mirar atrás, no porque no quiera ver las huellas que dejara el niño, no por no contemplar las múltiples caídas del adolecente incomprendido, sino porque se siente enormemente atraído por la fuerza que lo invita a construir las respuestas en un presente de destellos y cielos coloridos, que hacen de cada anhelo un desafío, y encuentran en cada latido del corazón una justificación para realizar grandes proezas.
En la vida y en el tiempo, en el largo recorrido, con las dudas a cuestas y las respuestas construidas, el hombre se pregunta ahora, si perdió el camino, y detiene su marcha, para contemplar la luz, para escuchar el sonido, para interpretar el lenguaje de las hojas o de los movimientos de las espigas doradas sembradas en lo más infinito del universo; toma en su mano el lánguido botón de rosa, esperando el milagro de ver el destello maravilloso que emana de la magnificencia de la rosa amarilla, busca la luz en la oscuridad de su vida, anhela el sutil contacto que da calor a su vida, y el embriagante aroma de los azahares, que le recuerdan los tiempos de esperanza y paz, y totalmente fatigado de tanto caminar en la búsqueda de la verdad, espera sentado, y con los ojos cerrados, invoca al divino Maestro para repasar con Él las lecciones de vida, y esperando que de las plantas de sus pies emerjan las raíces que penetren la superficie de la madre tierra en busca del agua viva, mas, es tanta su fatiga, su ceguera, su sordera, la insensibilidad de su piel, que no se da cuenta, que sentado junto a él esta su fiel amigo, el que siempre ha caminado a su lado y jamás lo ha abandonado.

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