Tal vez el lema perfecto que pudiera acomodarse de manera natural a Carlos Slim Helú, sería “ganar perdiendo, perder ganando”.
¿Por qué traer a este modesto espacio el tema de este magnate, el hombre más rico de México?
La verdad es que no resistí la tentación –a sabiendas de que Don Carlos jamás leerá estas líneas¬– tras el borrascoso escenario en que se ha visto envuelto este personaje, quien después del escándalo de una de sus empresas en la tragedia de la Línea 12 del Metro, volvió al escaparate nacional con una filtración: Haber sido beneficiado en el actual gobierno federal, señalan algunos medios, con la condonación de impuestos y multas fiscales por un monto aproximado de 325 millones de pesos.
Sí, un mundo de dinero, en donde puede uno echar a volar la imaginación para pensar en que sí esa cifra es la que se le perdonó tras pagar lo que declaró, cuántos habrán sido sus ingresos. ¡Uff!
Pero no es el objetivo de esta intentona de reflexión el saber lo que gana o tiene Slim, dato que me serviría sólo para darme un dolor de cabeza, sino para entender el porqué del aparente trato gracioso del que señalan como beneficiario al potentado.
La verdad es que el dueño del Grupo Carso, desde el mandato de Carlos Salinas de Gortari, origen de su inmensa fortuna, en cada sucesión presidencial nunca ha tenido un favorito público y por el contrario, ha apostado a todas las cartas puestas sobre la mesa, en un juego parecido al que compra todos los boletos de la rifa porque el premio vale la pena.
Sucedió así con Carlos Fernández de Cevallos, Cuauhtémoc Cárdenas y
Luis Donaldo Colosio, reemplazado por Ernesto Zedillo. Pasó lo mismo con Francisco Labastida, otra vez Cuauhtémoc y Vicente Fox, para repetirlo con Felipe Calderón, Madrazo y López Obrador; y continuar con Enrique Peña, Josefina Vázquez Mota y otra vez Andrés Manuel.
La última cereza del pastel la colocó tres años atrás, al repetir la dosis con José Antonio Meade, Ricardo Anaya y por tercera ocasión, con AMLO.
No lo pueden acusar de ser parcial. Como siempre lo ha hecho, a todos los apoyó. Todos se han sentido arropados por él y hoy esa estrategia da frutos nuevamente, en un balance tanto en el drama del Metro, en los contratos del Tren Maya y en el regalo fiscal, que hubiera sido el mismo con cualquiera que resultara el triunfador.
Le ha costado una fortuna quedar bien con todos, cientos de millones de dólares, pero a cambio la recompensa se ha medido durante varios sexenios en miles de millones de la misma moneda. No hay duda del beneficio.
Tal vez sea Slim el único mexicano que puede jugar de esa manera, con la cartera tan repleta que no le pese dejar en el camino cada seis años entre mil y 2 mil millones de pesos, pero de lo que no hay duda es que lo que a ojos de muchos es un tiradero de dinero en realidad siempre ha sido una inversión.
Así las cosas, que nadie se espante ni se sorprenda de lo que pueda lograr Slim Helú.
En realidad no creo que haya algo que criticarle en su visión empresarial. Por el contrario, hay que admitir que la piel de insaciable viejo lobo que Slim ha curtido en mil batallas sigue siendo hoy no sólo motivo de reconocimiento, sino hasta de envidia.
¿Y la moral?…eso en política, como dijo un viejo priísta, es un árbol que da moras…
VACUNAS EN FUGA
Se habla de lo imposible que parece perder 19 millones de vacunas contra el Covid 19, como hoy dicen que sucede en el gobierno federal.
Se habla de que hay cuatro millones allá, otros cuatro acullá, que cinco millones ya se aplicaron pero no se han registrado y una sarta de justificaciones, algunas pueriles, que forman un margallate digno de un mercado persa.
Al respecto sólo tengo una duda:
¿Alguien se ha preguntado si esas vacunas realmente existieron?
Es pregunta…

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