Llegó sin esperarla a nuestro hogar, fue un regalo para una de mis hijas, su tamaño era pequeño, pero su temperamento era grande, tenía un arraigado sentimiento de pertenencia, el amor entre mi hija y la que sería algo más que su mascota, fue instantáneo, seguramente, si se le hubiese preguntado a Taly el por qué, nos hubiera dicho, que la luminosidad que se desprende del alma de Maye es como un imán, atrae para sí todo lo bueno de los seres que se aproximan a ella, de ahí que fueron inseparables mientras que mi hija permaneció en nuestro hogar, pues al casarse no la pudo llevar con ella, ya quien habría de desposarla no deseaba compartirla con nadie. Taly sufrió mucho por la ausencia de Maye, a pesar de que ella la visitaba con frecuencia, poco a poco Taly se fue acostumbrando a la presencia de mi esposa y a la mía, entonces apenas se dejaba acariciar, y acudía a nuestro llamado cuando se le ofrecía alimento canino, mismo que por cierto empezó a rechazar haciendo ayunos intermitentes, preocupados por ello, la dejamos expresar sus deseos, entonces, me percaté que ella tenía un gusto especial por la comida que elaboraba mi esposa, tanto, que si ella no le ofrecía de nuestro planto, Taly me buscaba a mí, y me llamaba con aquella profunda mirada de sus ojos grandes, y con ello, me hacía detener la toma de mis alimentos, hasta que compartiera con ella lo mismo que comía yo.
Desde que nuestra hija se fue del hogar para formar el suyo, Taly, permaneció siempre en un espacio que imagino adopto como su residencia, y mientras tuvo buena visión y fuerza no dejaba a nadie acercarse, aparentando ser muy agresiva, pero cuando las personas dejaban de temerle, ella se refugiaba es su pequeña casa, cruzaba sus patitas delanteras y bajaba la cabeza soportándola entre ellas, resoplaba y después cerraba sus ojos, aparentando estar dormida.
Un buen día pensamos que tal vez Taly se sentía sola y buscamos un compañero para ella, pero el galán sólo duró una semana, pues ella nunca lo aceptó, algunos amigos decían que los perritos chihuahuas son muy territoriales. Cuando la sacábamos a pasear, ella se resistía a caminar, así es que pareciendo un niño pequeño, le gustaba que la lleváramos en brazos, mientras ella disfrutaba el paisaje y de nuestra amena plática; entonces empecé a preguntarme que más allá de la inteligencia de Taly, esta era portadora también de un noble espíritu, tan necesitado como todos los seres humanos, de amor, podría decirse que ella nos adoptó a nosotros como su familia, pues nuestra hija Mayeya fue la última que se marchó del hogar, de ahí que Taly estaba reclamando llenar ese vacío que nos queda a los padres cuando los hijos se van de casa.
El Domingo pasado, Taly se despidió de la familia, se resistía a dejarnos, estuvo cuatro días en un estado crítico de salud, los órganos vitales empezaron a fallarle, un profesional de veterinaria estuvo al pendiente y al quinto día nos invitó a llevarla a una clínica para pedir una segunda opinión y el diagnóstico no fue favorable, de ahí que nos despedimos de quien, yo, en particular, aprendí una lección de vida: ama todos los días como si fuera el último y conserva siempre la esperanza de la existencia de una vida eterna.
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