Si alguna vez quiso vestirse de héroe, falló. Por lo menos hasta ahora no lo ha logrado.
Glafiro Salinas Mendiola, Presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso Local, ha mostrado en su encomienda poseer modales de caballero inglés y ser un experto en el buen vestir. Pero en lo que realmente debe importarle, el oficio político, donde los arreglos y consensos “bajo la mesa” son una herramienta insustituible, ha sumado fracaso tras fracaso.
La glosa del segundo informe gubernamental es una muestra palpable de sus tropiezos en esos menesteres. Si fuera posible usar una figura médica en el recuento de daños sufridos por los Secretarios del Gabinete estatal y del Procurador de Justicia en sus respectivas comparecencias, todos estuvieran hospitalizados en terapia intensiva o en estado de coma.
La despiadada golpiza verbal recibida de parte de los diputados de oposición ante el Pleno o en Comisiones, lo merecería. Prácticamente no les dejaron un hueso sano en cada intervención. Nadie los frenó. Nadie los “convenció”.
Es difícil establecer quién de los comparecientes fue el más castigado. Tal vez Héctor Escobar en Educación, quizás Irving Barrios en la Procuraduría o uno de los últimos en presentarse, Gerardo Peña de Bienestar Social, merecerían el indeseable “liderato” en ser llevados con ganchos al hígado de poste a poste, pero en general –seis en total– todos resultaron vapuleados.
Es cierto, la culpa de los señalamientos es de los funcionarios por sus errores, pero la responsabilidad de cuidarlos en el Congreso era de Glafiro, el líder camaral y compañero de partido que no pudo conseguir ni un saludo cortés a sus “ahijados” circunstanciales. La que pudo salir sólo con raspones y arañazos fue Cecilia del Alto en Obras Públicas, pero no salió ilesa de ese Coliseo legislativo.
¿Líder Glafiro?…¿De dónde?…¿Cuándo?
Y ojo: ahí vienen las elecciones del 2019…

CERRANDO LOS OJOS
Es curioso y a la vez deprimente.
Alguna vez el municipio fue llamado “La Joya de la Corona”. Otros la definieron como “La Ciudad Perfecta” si no fuera por sus ardientes veranos. Más tarde la bautizaron –con un fondo político– como “El Corazón de Tamaulipas”.
Me refiero, usted ya lo debe haber percibido, a Victoria, la capital de nuestro Estado, cuya primera etiqueta ahora bastante disminuida, enorgullecía a sus residentes: “Ciudad Amable”.
Hoy su realidad dista mucho de aquella percepción y el comercio organizado junto con el sector industrial lo exponen como un hierro ardiente que cala en el ánimo de los hijos, geográficos o adoptivos, de este aún bello rincón del Estado.
No, ciertamente no puede tomarse como una trivialidad esa visión sobre la dinámica económica de la capital. Tampoco puede ser tomada como una argucia política, porque los empresarios no tienen ni el mínimo interés en un puesto público. Los mueve su presente y sobre todo, los mueve el precario futuro del municipio.
¿Qué le está pasando a Victoria?
Son varias las versiones a modo de respuesta tentativa, pero al margen de las circunstancias políticas que parece la más acertada explicación, lo que quita el sueño es el saldo actual: Las inversiones locales desplomadas, cierres de negocios que soportaron diversas crisis pero son incapaces de resistir la actual, aislado interés de cadenas comerciales para instalarse, pérdida de empleos y escasa obra pública. A eso sume el dramático desplome de la burocracia que fue durante muchos años uno de los pilares de la ciudad y que hoy sufre el cese de miles de integrantes y otros miles con ingresos reducidos al extremo. Uff.
Cerrar los ojos a esta realidad, puede costar mucho más caro…

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