El pasado 26 de julio se celebró en diferentes países con influencia cristiana, el día de los abuelos, coincidiendo la fecha con la conmemoración en la liturgia católica de la festividad de Santa Ana y San Joaquín, padres de la Virgen María, abuelos de Jesús, ocasión oportuna para expresar el amor y la gratitud para quienes han representado el lazo de unión entre generaciones.

Presencia inolvidable para todos los que pudimos gozar de la compañía y la ternura de un abuelo, que sacaba retazos de su juventud para compartir con nosotros un tiempo de aventuras y juegos, que le reclamaban un esfuerzo extra cuando su energía se agotaba.

Cómo no recordar ese rostro enmarcado en su escaso pelo lleno de canas y esas manos de piel arrugada, de caminar lento y pausado, de voz suave y poseedora de tanta paciencia como el Santo Job, de tanta sabiduría como el Rey Salomón.

Mi abuelita Prisci, representaba en mi familia el soporte emocional para sus hijos y sus nietos. Poseía la fortaleza de un roble, firme de carácter y dulce como la miel cuando recibía la visita de quienes, siendo niños, todo revolvíamos a su alrededor.

Siempre tenía la palabra adecuada y el consejo justo para cualquier angustia infantil, la pomada y el curita para las heridas y el “sana, sana, colita de rana” que no faltaba para consolar la tragedia del que caía. Un beso secaba las lágrimas y una palmada nos invita a seguir jugando.

Cuán importante la figura del abuelo para los niños, ya lo decía Alex Haley, escritor norteamericano autor del best seller Raíces, publicado en 1976, donde destaca la figura de sus abuelos en su historia familiar a lo largo de siete generaciones. “Nadie puede hacer por los niños pequeños lo que hacen los abuelos. Los abuelos sueltan polvo de estrellas sobre la vida de los niños pequeños”, afirmaba.

Alejados de las prisas del ajetreo que impone la urgencia de proveer lo necesario para sacar adelante las necesidades prioritarias de la familia, muchos de ellos ya jubilados, o sin la responsabilidad directa de los hijos, han cultivado a través de sus años, las virtudes que dan estabilidad y el equilibrio emocional de laexperiencia, además de los valores que transmiten a sus nietos, influyendo directamente en su formación.

En algunos casos se convierten en confidentes y acompañan con su imaginación creadora de sus experiencias transformadas en cuentos de hadas, los momentosde soledad y duda, creando un vínculo emocional tan confortable que aminora las preocupaciones y revitaliza la esperanza.

En los últimos tiempos, sin embargo, hemos sido testigos de cómo la incorporación de la mujer al mercado laboral ha venido a transformar el papel de los abuelos en la sociedad moderna. Ya no solo juegan el rol tradicional deabuelos consentidores, sino que ahora con las largas jornadas fuera de casa de los padres, se requiere además de su apoyo para llenar el vacío que deja en los hijos su ausencia.

Hoy en día, es necesario que los abuelos además de establecer vínculos de apego emocional, de protección y amparo para los pequeños, acuden a recogerlos de las estancias infantiles o del colegio, que los acompañen en sus actividades extraescolares o bien, quedarse con ellos en casa y brindarles todos los cuidados que requieren de alimentación y vigilancia del cumplimiento de tareas, en tanto se da el regreso de sus padres.

La influencia de los abuelos en la vida de los niños en sus actividades cotidianasestá obligando a reaprender los límites en las relaciones intrafamiliares, entre padres, hijos y nietos, sobre todo cuando se les dan responsabilidades, pero sin el permiso de modificar los estándares de la educación que los padres desean para sus hijos, impidiéndoles influir en la formación de los niños. Se les remite al papel de cuidadores.

Lo que antes representaba un esfuerzo de algunos minutos o de una hora, ahora será media jornada o más; ya no serán los fines de semana o en algún día festivo, sino que su presencia se hará cotidiana y sin importar el estado de salud, fatiga o su ánimo para jugar o calmar el llanto.

Representarán el papel de padres por unas horas y agotados día a día, dirán adiós entre llantos y gritos, quejas y reclamos, sacando fuerzas para poner de nuevo todo en orden, sintiendo el peso de los años y el reclamo del cansancio, pero el amor y la entrega a los nietos les hará olvidar todo al amanecer, para empezar de nuevo, como entonces.

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