Es muy probable –espero equivocarme– que la definición del próximo gobernador de Tamaulipas no lo decidan los electores, sino los jueces.

La vertiginosa ola de quejas, demandas y señalamientos que desde ahora empieza a saturar al Tribunal Electoral de Tamaulipas, adelanta ese tan problemático como indeseable panorama, cuando apenas ha iniciado la segunda etapa de las campañas.

No es para mesarse las cabelleras o hacerse jirones la ropa ante ese porvenir, pero ese prematuro centenar de acusaciones que ya revisan los magistrados son,para utilizar términos pugilísticos, “rounds de sombra”. En otras palabras, están calando la cancha.

En realidad, hasta ahora la mayor parte de esas impugnaciones no rebasan el nivel de cotilleos y como tales serán resueltos, pero ese proceso de “calentamiento” es sólo una muestra del caótico escenario que vivirán las cortes, debido a lo que parece encaminarse a un final casi de fotografía, derivado de las fuerzas tan parejas que representan actualmente las dos coaliciones adversarias con César Verástegui y Américo Villarreal como candidatos.

¿Existe un antídoto para evitar o por lo menos aminorar esa inminente Torre de Babel jurídica–electoral?Sí, pero se antoja improbable.

Le invito a un pequeño ejercicio aritmético para valorarlo.

El listado nominal entregado por el INE al Instituto Estatal Electoral del Estado en febrero pasado, fija en 2 millones 722 mil 596 electores que cuentan con credencial para votar en Tamaulipas. La cifra no refleja el número de ciudadanos que van a las urnas, porque en las últimas décadas sólo acude aproximadamente la mitad de ellos, más o menos un millón 400 mil.

Con esos dígitos, la diferencia que históricamente se considera insalvable es el 10 por ciento entre el primero y el segundo lugar, lo que significa una distancia de 140 mil sufragios, ventaja o desventaja según quien gane o pierda, muy difícil de revertir.

¿Es posible semejante escenario?

Todo puede suceder, pero hasta ahora las encuestas más aterrizadas –olvide los sueños guajiros que asientan de 15 a 20 puntos entre ellos– arrojan una diferencia de cuatro a cinco unidades entre los punteros, no importa a quien favorezcan.

Con esta óptica, se acerca una guerra, pero de jueces…

UN CANDIDATO SIN MAQUILLAJE

Si alguien quiere definir a Arturo Diez Gutiérrez en su campaña a la gubernatura, le ofrezco una descripción que me confió un grupo de jovenes amas de casa, todas con profesión universitaria: Es el más transparente y auténtico.

Los términos no son comunes en una campaña electoral. Por lo general los aspirantes en esa clase de lides suelen tratar de ocultar los lados oscuros o polémicos de su pasado público, que cuando se trata de largas trayectorias es normal que sean numerosos y hasta vergonzosos.

No es el caso de Arturo. Su trabajo como alcalde de Ciudad Victoria ha sido hasta ahora su única incursión como autoridad formal, lo que le arroja una ventaja que sus oponentes no tienen y que se resume en una frase coloquial: Como servidor público no tiene cola que le pisen.

Su labor como jefe de comuna cirtamente no ha sido el más brillante en ese cargo, pero él no trata de ocultarlo o maquillarlo. Por el contrario, gusta de mostrarlo sobre viento y marea como una página que lo enorgullece. Dos puntos para la transparencia que le adjudican.

Ojo con Arturo. Está aún lejos de una mayoría en la tendencia de voto, pero su crecimiento –leve pero sostenido– le acarreará a Movimiento Ciudadano aumentar su dimensión electoral y su presencia nacional. Y eso, es oro molido para la ola naranja en prerrogativas y acuerdos.

Claro, siempre que no pase la Reforma Electoral que promueve Morena…

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