‘Zapata más que una persona es una leyenda; Villa está por encima de todas las leyendas’, así respondió Martín Luis Guzmán a Emanuel Carballo en su clásico y bello libro Protagonistas de la literatura mexicana (libro que recomiendo muchísimo por tratarse de un fantástico resumen de nuestra historia nacional visto desde la historia de nuestras letras) cuando éste le preguntara al autor de La sombra del caudillo sobre la forma en que los comparaba a uno y otro.
Habría que investigar sobre cuál es la figura mexicana sobre la que mayor conocimiento se tiene en el mundo del siglo XX en adelante, pero no me cabe la menor duda de que, entre los finalistas, estarían Emiliano Zapata y Pancho Villa, que fueron colocados por Arnaldo Córdova en su imprescindible La ideología de la Revolución mexicana en el apartado de “La otra Revolución”, ésta es la cuestión, y concretamente en el sub-apartado que tituló “La revolución campesina: un imposible”, al lado de los Flores Magón, que los explica bajo el rubro de “La utopía revolucionaria de Ricardo Flores Magón”.
Recordemos por otro lado que, en el ámbito de los historiadores extranjeros especializados en México, la autoridad indiscutible sobre Zapata es John Womack, mientras que para el caso de Villa lo es Friedrich Katz.
La predilección y fascinación por Villa de Martín Luis Guzmán, en todo caso, es evidente tanto en esta respuesta a Carballo como en la forma en la que se refiere a él en El águila y la serpiente, sobre todo en el momento en el que tuvo lugar su primer encuentro en algún lugar perdido de México hasta el que hubo de desplazarse Martín Luis para encontrarlo y entrevistarlo. Es increíble y emocionante ver la devoción y recato con la que un criollo de la alta burguesía mexicana se condujo durante su encuentro con quien lo mismo tenía fama de bandido que de valiente general revolucionario, y que a fin de cuentas se nos ofrecen hoy en conjunto, y gracias sobre todo a la pluma de Guzmán, como protagonistas de un período convulso pero épico y decisivo, el de la revolución mexicana, fuera del cual es imposible comprender lo que somos como estado y como nación histórica, valiendo esto tanto desde un punto de vista nacional como continental.
Hace unos días pude cruzarme en una librería de México de la colonia Condesa con un libro pequeño pero bello de Marte R. Gómez, nuestro ilustre y admirado paisano tamaulipeco, titulado Pancho Villa. Un intento de semblanza, editado originalmente en 1972 en la preciosa Colección Tezontle del Fondo de Cultura Económica, y que es una de esas joyas que sólo en librería de viejo se pueden encontrar. ‘Francisco Villa se lanzó a la revolución en 1910 primero, y en 1913 después, llevando consigo un amplio conocimiento de las zonas en que por muchos años había vivido como perseguido de la justicia, y un profundo sentimiento de solidaridad para los desheredados, entre quienes él mismo se había contado’: así comienza Gómez su relato, en el que se destila también una pasión desbocada por este personaje tan controvertido y fascinante.
Afirma Marte R. Gómez que ‘para situar a Villa en el momento apasionante y dramático de la Revolución mexicana, más que del rigor analítico del historiador, se requiere de la imaginación, de la sutileza psicológica, de la visión panorámica hasta las que puede remontarse un gran novelista’. El referente inmediato es Honorato de Balzac, el gran radiólogo de la sociedad francesa de los tiempos Napoléonicos en ninguno de cuyos 3,500 personajes ‘se podría haber encontrado un protagonista que fuera, a la vez, tan generoso y tan implacable; tan cariñoso para amar, y tan rencoroso para odiar; tan sumiso para obedecer en contados minutos, y tan altivo para imponerse sobre todos los demás, en casi todas las horas de su atormentada vida; tan sutil para localizar los peligros materiales que lo amenazaban, y tan candoroso para dejarse envolver por las intrigas de quienes lo hacían creer que él valía más que todo los demás juntos, y ser el hombre que rigiera nuestros destinos’.
El libro aún no lo termino, pero estoy segura que el análisis sobre la revolución será magistral desde la perspectiva de este guerrillero de fama mundial que de tantas formas representa al México bronco, las cualidades y características del cual es imprescindible conocer con el mayor detalle posible para así poder tener también la mejor radiografía y calibración de lo que en definitiva estamos hechos los mexicanos en los momentos en los que como pueblo, según solía decir Vasconcelos, alzamos la voz, pero también las armas, para darnos a respetar.
* La autora es Secretaria General de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión