Hace un par de años más o menos, por recomendación de mi padre, me hice de los dos copiosos volúmenes de la correspondencia de Marte R. Gómez, el gran políticonacionalista y revolucionario antes que todo, además de agrónomo y diplomático tamaulipeco originario de Reynosa que fuera gobernador de nuestro estado de 1937 a 1940. El libro está impreso con el sello del Fondo de Cultura Económica, que lo editó en 1978 bajo el título de Vida política contemporánea. Cartas de Marte R. Gómez en su colección Vida y pensamiento de México, y que pude encontrar en una librería de viejo de la calle de Donceles del centro histórico de CDMX. Con este primer artículo quiero comenzar una serie abierta en la que iré compartiendo con mis lectores comentarios hechos según vaya avanzando con esta fantástica obra histórica y testimonial.
Se trata de un aproximado de dos mil cuatrocientas páginas en total, con no sé cuántas cartas a través de las que se despliega ante nosotros un fresco panorámico que abarca prácticamente todo el siglo XX mexicano –Marte R. Gómez vive de 1896 a 1973– en función de la comunicación con más de doscientos ochenta interlocutores de entre los que destacan figuras tan fascinantes como José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, José Rubén Romero, Rodolfo Usigli, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas, Abelardo Rodríguez y Manuel Ávila Camacho, así como Diego Rivera, Carlos Chávez, Emilio Portes Gil, Manuel Gómez Morín, Antonio Carrillo Flores, Ramón Beteta, Daniel Cosío Villegas, Antonio Castro Leal y Rodolfo Gaona.
La obra cuenta con una presentación de don Antonio Carillo Flores y un texto introductorio de Emilio Alanís Patiño, encargado de la recopilación y selección del epistolario. En la presentación, Carrillo Flores inserta una anécdota emblemática que me ha servido de inspiración para intitular esta serie (El camino del deber), y que es elocuente y gráfica paramostrarnos el perfil de este tamaulipeco extraordinario e inspirador. Se trata de la ocasión en que le tocó presenciar el fusilamiento de dos soldados en el contexto de la Decena Trágica, en pleno arranque de la Revolución mexicana. Al testimoniar lo ocurrido, Marte R. Gómez explica el efecto producido por lo que atestiguó y que sacudió por completo el entorno apacible del internado en el que estaba mientras estudiaba en la Escuela Nacional de Agricultura, a donde ingresó en 1909:
’La descarga –cuenta entonces Marte R. Gómez– nos despertó del plácido sueño que nos deparaba el oasis de nuestro internado, haciéndonos sentir que formábamos parte de una generación a la que el destino le había puesto el sello de la lucha y que debíamos pugnar como tantos otros por un México mejor: no era hora de calzar spikes ni empuñar bates en el diamante de base ball sino hora de salir a los campos para luchar codo con codo con el pueblo y con la causa del pueblo mismo.’
“Éste fue, pues –añade Carrillo Flores–, el suceso que señaló a Marte R. Gómez el camino del deber. Y a la lucha revolucionaria fue, no disparando tiros, sino ayudando a la incipiente obra agraria, primero con los zapatistas, en los campos fértiles de Morelos, y después cerca de Felipe Carrillo Puerto, en Yucatán.”. Inspirador ¿no es cierto?
Marte R. Gómez obtuvo el título de Ingeniero Agrónomo e Hidráulico por la Escuela Nacional de Agricultura en 1917, año de la revolución bolchevique y del constituyente de Querétaro, y después realizó estudios en París sobre Mutualidad y Crédito Agrícola y sobre Reforma Agraria en la Escuela de Altos Estudios Agrarios de la Sorbona. Formó parte de las Comisiones Agrarias organizadas por Emiliano Zapata para el reparto de tierras en el estado de México y por Salvador Alvarado para el reparto de tierras en Yucatán (1914-1916). Fue director de la Escuela Nacional de Agricultura de 1923 a 1924, antecedente de la hoy Universidad Autónoma de Chapingo.
Por otro lado, fue diputado local de Tamaulipas y federal del Congreso de al Unión (1927-1930), así como senador (1930-1934) y, finalmente, gobernador de nuestro estado de 1937 a 1940. En cuanto a la administración pública, fue secretario de Hacienda y Crédito Público de 1933 a 1934 y secretario de Agricultura y Fomento (1928-1930 y 1940-1946). Como diplomático, fue encomendado para las funciones de ministro plenipotenciario en Francia y Austria, así como embajador ante la Sociedad de las Naciones de 1935 al 36.
Como se observa, los años de formación y de toma de consciencia histórica de Marte R. Gómez van de la primera fase de la revolución mexicana a la fase cardenista de consolidación nacional-revolucionaria, cumpliendo una función política equiparable, por cuanto al campo mexicano, a la de don Jesús Silva Herzog, su contemporáneo, por cuanto al petróleo mexicano. Nada de lo que hoy es México se entiende sin primero comprender lo que llegó a ser en esas décadas tan intensas y dramáticas, y no creo estar equivocada si digo que las principales batallas ideológicas de nuestro presente más puntual siguen teniendo su formulación más nítida y profunda en esos años.
La lección que, por tanto, nos brinda Vida política contemporánea. Cartas de Marte R. Gómez, debe de ser sin duda de gran valor, a efectos de comprender la forma en que la historia arroja por igual a hombres y mujeres al enfrentamiento inevitable —siempre que lo quieran ver y reconocer— con su destino más que como individuos como pueblo, como cultura y, en definitiva, como nación.