Un buen día, de hace algunos ayeres, llegó a mi consulta una madre preocupada porque su hija de 4 años le dijo que tenía una amiga imaginaria, y como pensaba que esto podría tener una traducción psicopatológica le preocupaba sobremanera; era la época en que en nuestra amada ciudad Victoria, acaso ejercían un par de estos especialistas en conducta, por lo que los médicos recibíamos con cierta frecuencia pacientes con alteraciones psicológicas, pero, que de ser necesario, referíamos a la especialidad citada.
En aquella ocasión la madre le pidió a la niña me contara sobre su amiga imaginaria, y ella, en forma muy natural, me narró algunos detalles de sus pláticas y juegos; después, en una de sus pausas, me preguntó si yo tenía amigos imaginarios, le contesté que a su edad llegué también a tener uno, que era muy bueno, porque me acompañaba cuando me sentía solo, y se ponía a jugar conmigo y la pasábamos muy bien, pero que al entrar a la escuela se despidió de mí y entonces había conocido a otros muy buenos amigos con los que jugué muchas veces.
La madre me miró con cierta extrañeza y me pidió que le concediera unos minutos sin estar presente la niña, entonces me dijo: _Médico, no le siga la corriente a mi hija, va a pensar que es normal tener amigos imaginarios.
Le comenté que en esa edad era común que los niños tuvieran amigos imaginarios, que no se preocupara, que de hecho, era bueno tenerlos, sobre todo cuando el niño tiene la necesidad de afecto, ya que de tratarse de hijos únicos, en ocasiones los padres se encuentran muy ocupados y descuidan algunos aspectos en el desarrollo de los menores, por eso, el tener un amigo imaginario resulta positivo, le dije que seguramente esa conducta que le parecía inusual desaparecería en cuanto la niña entrara a la escuela, y que solamente era preocupante si la conducta persistiera a mayor edad.
Actualmente, sin restarle importancia al buen uso de la tecnología digital para el desarrollo integral y saludable, resulta altamente preocupante su influencia en el desarrollo intelectual y social en los niños y adolescentes, sobre todo, en aquellos que tienen acceso sin supervisión de los adultos; seguramente, ya se empiezan a observar los efectos de los cambios drásticos de conducta, mismos que se irá traduciendo con el tiempo en varaderos problemas psicopatológicos.
Qué afortunados somos ahora por contar con un importante número de psicólogos en nuestra ciudad y más, por el hecho de que muchos se han preocupado por especializarse; los hay institucionalmente, y en el ámbito privado, y desde mi muy particular enfoque, ésta importante profesión tendrá un papel relevante en las futuras políticas de salud en nuestro país.
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El amigo imaginario
Un buen día, de hace algunos ayeres, llegó a mi consulta una madre preocupada porque su hija de 4 años…