Hace un par de días por la noche, recibimos la visita de nuestros nietos mayores, para celebrarlo decidimos comprar unas pizzas para cenar.
Nuestra mesa se vio completa, y curiosamente, todos estaban de muy buen humor, en una pausa, Sebastián, el mayor de ellos, que por cierto ya entró en la adolescencia, le pidió a su abuela que le narrara cómo me había conocido, volteé a ver a mi esposa, quien animada por la invitación y el interés de Sebastián empezó con mucho agrado a contar la historia de nuestro noviazgo y posterior alianza matrimonial; la seguí con mucha atención y conforme iba desarrollando el tema, noté cómo se le iluminaba el rostro, podría decirse, que estaba viviendo nuevamente cada una de las maravillosas etapas de ese formidable proceso de nuestras vidas; curiosamente, no escuché que narrara ningún contratiempo o situación difícil que hubiésemos enfrentado, todo lo que contó fue siempre positivo, en dos ocasiones, quise intervenir para aclarar algún detalle, pero ella, dulcemente logró desvanecer cualquier evocación gris que intentara nublar la bella historia, y al término de la misma, Sebastián no pudo contener una profunda inspiración y esbozar una enorme sonrisa de satisfacción y dijo: _Qué bonito abuela, sin duda, se casaron por amor, entonces yo pedí la palabra, no sin antes, sentir un leve apretón en el brazo que me daba María Elena, tal vez para que no fuera a cometer una imprudencia; le regresé el gesto, pero con una suave palmadita en su antebrazo, como diciéndole: te preocupes.
Después comenté lo siguiente: _Quiero aclarar, que tu abuela y yo nos casamos muy enamorados, pero, poco a poco, nos dimos cuenta, de que más allá de ese hermoso sueño, nos esperaba un camino lleno de retos, mismos que sólo se pueden sortear compartiéndolos y teniendo como base valores como la confianza, la perseverancia, la tolerancia, la honestidad; ambos nos percatamos que si no estábamos unidos podríamos sucumbir ante el embate de acciones generadas por la falta de dinero, las enfermedades, las tentaciones, la intriga, las envidias, el egoísmo, la ira, el falso orgullo; cada vez que vencíamos un obstáculo para nuestra felicidad lo celebrábamos, poco a poco nos fuimos dando cuenta, que unidos éramos invencibles, porque habíamos generado una poderosísima fuerza llamada amor; sólo así, con amor, hemos podido edificar una fortaleza a lo largo de estos 42 años de matrimonio. Dicho lo anterior, Sebastianpreguntó: _Ahora entiendo que no es lo mismo estar enamorado de tu novia que amarla.
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