A medida que comienza 2022, COVID-19 y sus consecuencias económicas y sociales continúan representando una amenaza crítica para el mundo. La desigualdad de vacunas y la recuperación económica desigual resultante corren el riesgo de agravar las fracturas sociales y las tensiones geopolíticas. En los 52 países más pobres, hogar del 20% de la población mundial, solo el 6% de la población ha sido vacunada. La divergencia global resultante creará tensiones, dentro y fuera de las fronteras, que corren el riesgo de empeorar los impactos en cascada de la pandemia y complicar la coordinación necesaria para abordar desafíos comunes, incluido el fortalecimiento de la acción climática, la mejora de la seguridad digital, la restauración de los medios de vida y la cohesión social.
Los desafíos económicos derivados de la pandemia persisten. Las perspectivas siguen siendo débiles: se esperaba que la economía mundial fuera un 2,3 % más pequeña para 2024 de lo que hubiera sido sin la pandemia. El aumento de los precios de las materias primas, la inflación y la deuda son riesgos emergentes. Además, con otro aumento en los casos de COVID-19 hacia fines de 2021, la pandemia continúa sofocando la capacidad de los países para facilitar una recuperación sostenida.
Las consecuencias económicas de la pandemia se están agravando con los desequilibrios del mercado laboral, el proteccionismo y la ampliación de las brechas digitales, educativas y de habilidades que corren el riesgo de dividir el mundo en trayectorias divergentes. En algunos países, la rápida implementación de vacunas, las transformaciones digitales exitosas y las nuevas oportunidades de crecimiento podrían significar un regreso a las tendencias previas a la pandemia en el corto plazo y la posibilidad de una perspectiva más resistente en un horizonte más largo. Sin embargo, muchos otros países se verán frenados por las bajas tasas de vacunación, el continuo estrés en los sistemas de salud, brechas digitales y mercados laborales estancados. Estas divergencias complicarán la colaboración internacional necesaria y las fracturas económicas, geopolíticas, de salud pública y sociales, corren el riesgo de conducir intensificar estas divergencias.
La acción nacional e internacional efectiva sobre estos desafíos depende de restaurar la confianza dentro de las sociedades, galvanizar a los líderes nacionales y mundiales y encontrar nuevas oportunidades de colaboración. La falta de optimismo podría crear un círculo vicioso de desilusión y malestar social.
Las “crisis de la deuda” se identificó como una amenaza inminente para el mundo durante los próximos dos años. Dos años después del comienzo de esta crisis sin precedentes, las acciones y los comportamientos de todas las partes interesadas (sociedad, empresa y gobierno) determinarán la rapidez con que el mundo se recupere e incorpore la resiliencia necesaria para prepararse para el próximo gran impacto.