Ver con los ojos del alma, es tener la dicha de poder observar todo lo bueno que te ha obsequiado la vida y encontrar la belleza, incluso, en aquello que otros han rechazado, por no permitirse la osadía de amar y ser amado.
Escuchar en silencio cómo tu ser agradece el movimiento del armónico palpitar en tu pecho, y cómo le devuelves al ambiente, el aliento que te prestó un momento, para sentir la dicha de llevar al aire convertido en alimento, a todas las células de tu cuerpo.
Oler el delicioso perfume tan florido, que recibes muy agradecido de la naturaleza, que te da el cálido cobijo, bajo un cielo que puede cambiar de tonalidad, cuando de tu ser emana la energía llamada felicidad.
Degustar de las futas, la mejor, obsequio del edén revestido de dulce hogar, que debías de merecer, después de sembrar la semilla del amor que Dios te regaló, para fundir en uno tu cuerpo al de la mujer que te hizo conocer la dicha de ser papá.
Sentir primero con el corazón, antes de que el más sutil roce del viento tibio de un mediodía de verano, encienda la pasión que nubla la razón, impidiendo se escape el más corto suspiro, porque con él se te va parte de la vida.
Si has dejado que todo transcurra, sin tener plena conciencia de que has venido al mundo para ser feliz y no a buscar pretextos para aceptarte como víctima, cuando has decidido renunciar a la paz y la armonía que sólo tú le puedes proporcionar a tu maravillosa vida, te diré sólo una cosa, que no todo está perdido, sólo te bastaría ver con los ojos del alma, escuchar en silencio el gozo de sentirte vivo, oler el aroma que emana de tu cuerpo, que tiene el privilegio de ser una flor, del jardín del universo, que plantara el Creador, para poblar la tierra donde igual sembró el amor, que será el fruto a comer, para mantener la herencia de la eternidad que esperas.
Siente primero con el corazón, para que puedas comprender lo que significa ser hijo de Dios.
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